Autonomía digital y tecnológica

Código e ideas para una internet distribuida

Linkoteca. cultura tecnológica


Dans ma famille, il y a un type qui s’appelle Jean-François. Il a 80 ans mais ne les fait pas. J’ai toujours bien aimé le regarder parce qu’il est petit, rond, avec une longue barbe, il ressemble à un personnage de conte de fées. Et puis, il est assez poétique. Il accorde les pianos, travaille le bois, fabrique des meubles, répare des trucs, construit des objets très délicats, comme de petits acrobates en cordes et baguettes qui font de très gracieux mouvements. Dans la famille, on le considère un peu comme un original parce qu’il dit des trucs un peu bizarres parfois, qu’il fait des blagues qu’on ne comprend pas toujours, qu’il ne sait jamais qui est qui. Mais sous ses airs, non seulement il est très habile de ses mains, mais il sait plein de choses, il est toujours au courant de l’actu, il a élevé quatre enfants, il conduit une voiture qui a l’air presque neuve. Bref, Jean-François, il n’a pas l’air très empêché dans la vie.

Et pourtant, il vit complètement en dehors du monde numérique, et même de l’informatique la plus basique. Ca, je l’ai appris dernièrement, au hasard d’une discussion. Au début, ça m’a juste fait marrer, mais ça m’a trotté dans la tête pendant quelques mois. Je me suis dit qu’en parler avec lui, ce serait peut-être le moyen de comprendre plein choses. Déjà, comment on peut vivre aujourd’hui sans internet, sans smartphone ? Mais ce qui m’intéresse aussi, c’est de comprendre pourquoi il vit comme ça ? Manifestement, dans son cas, ce n’est pas un problème économique. Est-ce que c’est un choix ? Est-ce qu’il a décroché un moment et n’a plus été capable de raccrocher les wagons ? Est-ce que ça l’angoisse ? Est-ce qu’il a l’impression de comprendre encore le monde dans lequel il vit ?

Lanzada con poco bombo durante los primeros días de la pandemia, la serie de ocho capítulos DEVS es una de las ficciones de los últimos años con más posibilidades de convertirse en un futuro clásico de culto. Ambientada en un Silicon Valley crepuscular profundamente melancólico, esta historia del cineasta británico Alex Garland no trata directamente sobre la inteligencia artificial: su argumento traza una fábula sobre la computación cuántica, el destino frente al libre albedrío, y la posibilidad de reconstruir cada momento único de la experiencia humana. A Jorge Luis Borges probablemente le habría entusiasmado.

La historia se ha contado mil veces. Si tuviésemos que explicar los orígenes del ideario intelectual de la industria tecnológica –de lo que Richard Barbrook y Andy Cameron llamaron “la ideología californiana”– sus componentes fundamentales son el improbable encuentro hace seis décadas al sur de San Francisco entre hippies e ingenieros informáticos; entre una visión tecnocrática heredada del complejo industrial-militar de la guerra fría, y los deseos de emancipación colectiva y liberación de la consciencia de la contracultura. El legendario Whole Earth Catalog de Stewart Brand (la publicación seminal de la cultura digital), las propuestas del visionario arquitecto Buckminster Fuller, los experimentos de convivencia planteados en comunas como Drop City… fueron caldo de cultivo para emprendedores que como Steve Jobs imaginaron un futuro cercano en que el PC era tanto un acelerador de la eficiencia como una herramienta para la realización personal y la autonomía creativa. Una prótesis intelectual, una “bicicleta de la mente” que nos permitiría llegar a donde no seríamos capaces como especie exclusivamente biológica.

La industria tecnológica se sitúa hoy en su momento más existencial desde al menos los años 90, con la emergencia de la Internet comercial. El movimiento pro ética de la IA cree que los posibles riesgos del Deep Learning y las redes neuronales requieren de un desarrollo controlado y cuidadoso que permita su introducción paulatina en todos los aspectos de la vida cotidiana. Los aceleracionistas defienden que estos miedos son conservadores y que el inevitable desarrollo de la IA traerá consigo una nueva era de prosperidad humana y crecimiento, soluciones al cambio climático y a enfermedades incurables.

…antes que una herramienta de trascendencia espiritual la IA será otro sistema de concentración de poder en un mundo en desigualdad creciente, si no cambiamos algunas de sus reglas fundamentales.

La idea surgió de un grupo de padres y madres a las puertas del colegio Can Manent, en Cardedeu (Barcelona). Era el curso pasado y sus hijos cursaban Sexto de Primaria. “Ellos nos iban diciendo que a fulanito ya le habían dado móvil, al otro también… Hasta que al llegar a junio la mitad de ellos ya tenía uno”, relata Rubén Terol. En muchos hogares, la reclamación de un smartphone ya generaba disputas. Hasta que este padre y otras familias, contrarias a entregar un dispositivo a sus hijos a una edad tan temprana, dieron con una solución: se juntaron en un grupo de WhatsApp y acordaron retrasar al máximo ese momento, a poder ser hasta los 16 años.

Las sociedades humanas no están maduras para asimilar una tecnología como la IA generativa en el contexto de las relaciones personales, simplemente porque no hemos pasado por una etapa de educación que permita a las personas entender de verdad con qué están conversando. Por lo general, el ser humano tiende a otorgar una cierta «autoridad» al algoritmo, le adscribe una supuesta capacidad de consulta y síntesis de información prácticamente ilimitada, y tiende a prácticamente subcontratar su pensamiento crítico a las respuestas a las que accede a través de medios tecnológicos. El desconocimiento de la tecnología, como bien decía Arthur C. Clarke, hace que se convierta en indistinguible de la magia. Y algo así, sin duda, puede tener efectos enormemente nocivos en las sociedades humanas: desde trastornos de percepción de la realidad hasta auténticas alienaciones y problemas psicológicos.

The twentieth century produced a very clear sense of what the future was to be, but we now seem unable to imagine any sort of redemptive future. How did this happen? One reason is the replacement of what might be called poetic technologies with bureaucratic ones. Another is the terminal perturbations of capitalism, which is increasingly unable to envision any future at all.

The game failed. Again. Then (again!) he broke out something he and his team had created by accident while making the game.

Yet Slack’s well-designed chat function is a trojan horse for bigger ideas. Its ambition is to become the hub at the center of all your other business software. It ties in to many of the applications you use at work: Dropbox, Google Apps, GitHub, Heroku, and Zendesk to name a few. Once they’re all connected, it can keep track of most everything you do with them. Most importantly, it’s got killer search built right in. «Right now, your data ends up a little bit in Twitter, a little bit in Zendesk, a little bit in GitHub,» Stewart says. «Slack is the one mutual platform where all those things come together. That’s the longer-term thinking.»

And then there’s email. Slack doesn’t support email! For an all-in-one corporate communications system, this is an omission as large as a tech bro’s ego. (Email integration is in the works, Stewart says.)

Cal added the last touch: a way to upload images via email, so you could share pix from a mobile phone. The demo blew everyone’s mind. By the time they walked out of the room at ETech, Flickr was famous.
The service pioneered a cocktail of features that we would come to associate with the Web 2.0 era—the transition period when the world moved from largely static web pages to ones that act more like interactive applications. Although Delicio.us was the first major service to introduce what came to be known as tagging, Flickr took it mainstream.

But its power move was something called an open API. To see just how far we’ve come, nobody who is anybody even uses the term «open API» anymore. It’s just API, now. But prior to Flickr, websites’ application programming interfaces—or the set of rules that govern how a program can interact with something in a database—were typically reserved as internal tools. Flickr threw open the doors and let anyone on the Internet prong into its API, the first big service for consumers to do so. It was a philosophical statement: Our data is better when we let other people do things with it. This is accepted gospel now, but at the time it was a new and radical notion.

Perhaps you have wondered how predictable machines like computers can generate randomness. In reality, most random numbers used in computer programs are pseudo-random, which means they are generated in a predictable fashion using a mathematical formula. This is fine for many purposes, but it may not be random in the way you expect if you’re used to dice rolls and lottery drawings.

RANDOM.ORG offers true random numbers to anyone on the Internet. The randomness comes from atmospheric noise, which for many purposes is better than the pseudo-random number algorithms typically used in computer programs. People use RANDOM.ORG for holding drawings, lotteries and sweepstakes, to drive online games, for scientific applications and for art and music.

¿Qué es la economía del comportamiento?

[Karlos] Hay varios autores, especialmente Thaler y alguno que comparte con él sus teorías, que lo que vienen a decir es que, dada esa racionalidad delimitada, lo que tenemos es un gap. Queremos (en un discurso muy tiktokero) ser «la mejor versión de ti mismo» y estamos muy forzados a querer ser esa mejor versión. Pero claro, resulta que yo no era tan racional como me habían dicho, como ese «homo economicus» me había dicho. Ahí es donde estos autores dicen, podemos utilizar esos heurísticos, esos sesgos, para ayudar, mediante un concepto que utilizan: el paternalismo libertario. Tu siempre vas a tener la libertad de decir que no, pero yo voy a poder empujar (de ahí el libro famoso de Nudge, de Thaler) para, mediante ese pequeño empujón, poder hacer eso que tu irracionalidad no te permite.

I’m not at all ‘anti-crypto.’ I’m a big fan of cryptography. I am, however, anti- tax evasion, money laundering, ponzi schemes, multi-level marketing, and needless waste of energy.

I’m also anti- silver bulletism, anti-technosolutionism, and anti-convincing everyday people to invest their scarce capital in unregulated sectors where it’s very easy for them to lose everything with no recourse.

Additionally, I’m anti- focusing tons of energy on convincing everyday people that salvation lies in speculation.

Finally: WHAT IF the same amount of time and energy put into convincing everyday people to invest in cryptocurrencies, NFTs, and DAOs went into convincing everyone to move their money to credit unions, invest in local businesses & land trusts, & directly support artists?

The Trojan Room coffee pot was a coffee machine located in the Computer Laboratory of the University of Cambridge, England. Put on the Internet in 1991 by Quentin Stafford-Fraser and Paul Jardetzky, it was migrated to the web in 1993 becoming the world’s first webcam.

To save people working in the building the disappointment of finding the coffee machine empty after making the trip to the room, a camera was set up providing a live picture of the coffee pot to all desktop computers on the office network. After the camera was connected to the Internet a few years later, the coffee pot gained international notoriety as a feature of the fledgling World Wide Web, until it was retired in 2001.

Ibai Llanos y Gerard Piqué han liderado un evento donde 31 hombres y una mujer de diferentes países compiten para ganar el Mundial de Globos. ¿Cómo se ha convertido un vídeo viral de un juego casero en un evento mediático que ha congregado a marcas y a miles de personas?

El evento contó con el apoyo de numerosas marcas comerciales y los datos de audiencia son bastante llamativos: la emisión de Twitch asciende en estos momentos a más de 8,5 millones de visualizaciones y casi 500.000 espectadores de media durante todo el streaming. El peruano Francesco de la Cruz se impuso en la final al alemán Jan Spiess. El presidente de Perú felicitó por Twitter al ganador. La cuenta de los JJOO en español también se hizo eco. Y hasta la BBC ha publicado un artículo sobre el tema. Un éxito.

Pillku es una revista digital sobre cultura libre y bienes comunes. Entre 2011 y 2017 ha generado un total de 22 números con temáticas diversas. En el año 2018 se ha materializado en forma de libro impreso la publicación: Pillku: Antología de un proceso colaborativo. En 2019 y 2020 seguimos distribuyendo el libro y compartiendo la experiencia.

Hack_Curio is a video portal into hackerdom that helps explain why hacking is one of the most important phenomena of global culture and politics in the late 20th and early 21st century.

They are people of different kinds: they are young and old, men, women, and nonbinary. They are not invisible, immaterial, hidden or cloaked except, of course, when they want to be. Hackers are funny, and scary; hackers are do-gooders, and assholes; they write code; hunt for bugs; tell the government to fuck off; land in jail (and even break out of jail); they work for three-letter agencies and expose them; they secure and break into our systems; invent new laws; bitch and rant; whistle, hum, and rap.

The splinternet (also referred to as cyber-balkanization or internet balkanization) is a characterization of the Internet as splintering and dividing due to various factors, such as technology, commerce, politics, nationalism, religion, and divergent national interests. «Powerful forces are threatening to balkanise it», writes the Economist weekly, and it may soon splinter along geographic and commercial boundaries. Countries such as China have erected what is termed a «Great Firewall», for political reasons, while other nations, such as the US and Australia, discuss plans to create a similar firewall to block child pornography or weapon-making instructions.

We inspire women to fall in love with programming.

Django Girls organize free Python and Django workshops, create open sourced online tutorials and curate amazing first experiences with technology.

Django Girls is a non-profit organization and a community that empowers and helps women to organize free, one-day programming workshops by providing tools, resources and support. We are a volunteer run organization with hundreds of people contributing to bring more amazing women into the world of technology. We are making technology more approachable by creating resources designed with empathy.

During each of our events, 30-60 women build their first web application using HTML, CSS, Python and Django.

Amish lives are anything but anti-technological. In fact on my several visits with them, I have found them to be ingenious hackers and tinkers, the ultimate makers and do-it-yourselfers and surprisingly pro technology.

Some orders require the buggy to be an open carriage (so riders – teenagers, say – are not tempted with a private place to fool around); others will permit closed carriages. Some orders allow tractors on the farm, if the tractors have steel wheels; that way a tractor can’t be “cheated” to drive on the road like a car. Some groups allow farmers to power their combine or threshers with diesel engines, if the engine only drives the threshers but is not self-propelled, so the whole smoking, noisy contraption is pulled by horses. Some sects allow cars, if they are painted entirely black (no chrome) to ease the temptation to upgrade to the latest model.

When cars first appeared at the turn of last century the Amish noticed that drivers would leave the community to go shopping or sight-seeing in other towns, instead of shopping local and visiting friends, family or the sick on Sundays. Therefore the ban on unbridled mobility was aimed to make it hard to travel far, and to keep energy focused in the local community.

Turns out the Amish make a distinction between using something and owning it. The Old Order won’t own a pickup truck, but they will ride in one. They won’t get a license, purchase an automobile, pay insurance, and become dependent on the automobile and the industrial-car complex, but they will call a taxi.

Al igual que las vacunas que se están desarrollando requieren de un tiempo de precaución para probar su fiabilidad, las tecnologías también lo necesitan para garantizar que no producirán daños sociales y brechas inasumibles en estados democráticos, así como para que no lleguen a generar precedentes peligrosos para nuestros derechos.

en primer lugar, que sean temporales. Es decir, que cuando termine el estado de alarma, dejen de funcionar. En segundo lugar, que se sepa cuáles son los propósitos y que se cumplan, lo que implica no seguir añadiendo capas con nuevas funcionalidades en cada actualización que extiendan los propósitos iniciales. Y por último, que se conozca quiénes tienen acceso a los datos que se recopilan y que no se permita el acceso a ellos a nadie más.

Estas empresas han optado por la opción descentralizada, algo que sin duda beneficia a la privacidad, pero por contra, merma el poder de decisión de los gobiernos y poderes públicos.

La actual situación nos debe servir para reflexionar acerca de la tecnología que queremos, donde la ciudadanía, informada, tome decisiones sobre qué aplicaciones o datos da y a qué actores del ecosistema digital. Los sistemas de cajas negras no deberían ser aceptables en tiempos de pandemia, pero tampoco en ningún otro momento.

Las tecnologías no son ni buenas ni malas ni neutrales, y en muchos casos depende del uso que se les dé o se les permita.

IBM despidió a Lynn Conway en 1968 tras descubrir que pretendía cambiarse de sexo. La investigadora sobrevivió sin trabajo y sin familia en las calles de San Francisco gracias a otras transexuales que sufrían la persecución policial. Trabajó en Xerox PARC ocultando su pasado y realizó importantes avances en el campo del diseño de chips en los 70. Sin embargo, el coautor de sus investigaciones se llevó casi todos los honores. Ignorada en Silicon Valley, primero por ser transexual y después por ser mujer, ahora su labor comienza a ser reconocida.

Uber financió teléfonos y coches a sus conductores, como si fuera un banco concediendo hipotecas ‘subprime’

Para convencer a conductores firmó un trato con AT&T y compró miles de iPhones que regalaba a conductores. «El acuerdo atrajo a los conductores ‘luditas’ a la red»,

Otra idea fue el programa de préstamo Xchange, dedicado a quienes no tenían dinero para un coche. La empresa daba crédito a cambio de trabajar para ella. Así reclutaron a miles de conductores sin historial crediticio, con alto riesgo de impago. Poco después, hubo un pico de incidentes y descubrieron que la mayoría los provocaban conductores a los que se les había hecho un préstamo. Por otro lado, estos conductores no podían pagar los créditos porque Uber no les daba suficientes ingresos y devolvían los coches en peores condiciones. Aun así, las métricas no dejaron de crecer.

Como muchas tecnológicas, Uber ofrece a sus empleados ciertos beneficios, como la cena gratis. Hasta 2017, la cena en Uber se servía a las 20:15, lo que obligaba a los trabajadores a hacer varias horas extra si querían disfrutarla.

Los programas que usamos a diario están englobados en la capa de aplicación. El sistema operativo dispone de ciertas funcionalidades que sólo él es capaz de realizar, como por ejemplo crear ficheros, acceder a información del hardware del equipo, gestionar conexiones de red, etc.

Estas funcionalidades están protegidas por el sistema operativo y no se pueden ejecutar de forma directa a través de un programa común. Para acceder a estas funcionalidades, el programa debe pedirle al sistema operativo que sea el quien las ejecute, este se encarga de gestionar y devolver el resultado de la ejecución de estas funciones especiales. Estas peticiones se realizan mediante las denominadas “llamadas al sistema” (aka syscalls en jerga informática) y son cosas tan simples como crear un fichero nuevo o tan complejas como gestionar una conexión de red.

Estamos en tiempos de reacción. No sabemos hacia dónde vamos pero hay que estar dando respuestas y soluciones inmediatas todo el tiempo.

El acceso a la información ha ido acompañado de una producción deliberada de confusión. Es una nueva forma de ignorancia, un analfabetismo ilustrado…

¿Qué espacios tenemos hoy para el encuentro con lo desconocido, con lo imprevisto, con lo extraño, con lo que nos puede inquietar, sorprender o transformar?

Las fake news son otra cosa: las consumimos sin que nos importe saber si son o no verdad. Lo que ofrecen como producto mediático es otra cosa: una sensación temporal de seguridad en la incertidumbre.

La confianza no puede ser ciega. Es una relación con lo que no sabemos. Confiar no es desentenderse de las consecuencias de lo que hacemos o de lo que pasa, sino todo lo contrario. Actualmente, ante los miedos que se han apoderado del futuro, renace esa vieja idea de que algo nos salvará, en este caso la tecnología.

My goal is neither to eliminate the powerful internet platforms nor to cede the future to them – it is to imagine possible futures where surveillant advertising delivered by monopoly providers isn’t the only available option to build a thriving future of democratic communications.

From the moment radio became practically possible to the moment it became a powerful cultural force is roughly fifteen years, from 1912 to 1927. What occurred in those fifteen years was a gold rush that resembles the late 1990s internet boom in its passion and energy but differs sharply in the diversity of models pursued.

The BBC had several enormous advantages over their U.S. counterparts. Not only did it have an enviable monopoly, it had a guaranteed revenue stream from the annual license fees levied on each radio receiver sold.

Again, the lesson is that a particular business model is not inevitable but the product of political, economic and cultural forces.

One country where Google and Facebook have very little power and influence is China, where government censorship, designed to control online expression, had the interesting side effect of protecting China’s domestic internet market from foreign competitors. While many Chinese dissidents, journalists, and fans of western movies became skilled at “jumping the Great Firewall,” China’s domestic market and linguistic isolation were significant enough to enable a rich and complex local internet ecosystem.

While the server software that operates much of the World Wide Web is open-source software, as is the Firefox web browser, the online content and services business is dominated by the U.S. and Chinese models, with Wikipedia as the sole noncommercial site in the worldwide top 100 sites.

Wikimedia is a form of public service media, though it resembles the role of public radio in the United States, which is supported by a mix of listener donations and commercial sponsorship rather than a license fee, as in the BBC model. Its decisions are driven by a set of articulated and well-debated values about access to knowledge and information and not by market signals. That it is able to survive without government support or a license fee is not an argument against public support for media – instead, it’s an open invitation to ask what other services we could build if we innovated outside the logic of markets more often.

un estudio realizado en Facebook detectó que, de los 10 artículos más compartidos en esta red, 7 de ellos eran engañosos o contenían alguna información falsa. Además, en 2016, más de la mitad de los 20 artículos más compartidos con «cáncer» en sus titulares fueron desacreditados por médicos y autoridades sanitarias.

Los bulos más predominantes a los que se enfrentaban los médicos tenían que ver con las pseudoterapias, la alimentación, el cáncer y efectos secundarios de medicamentos. Sin embargo, la variedad de la desinformación sanitaria que se transmite por Internet es enorme: pollos a los que les administran hormonas para que crezcan, desodorantes y antitranspirantes que provocan cáncer de mama, un hospital que afirma que la quimioterapia es «la gran equivocación médica», el limón como cura del cáncer, plátanos infectados de SIDA…

La información sanitaria errónea siempre ha estado presente en las sociedades humanas, no es algo nuevo. No obstante, las nuevas tecnologías han cambiado las reglas del juego, por así decirlo. Los bulos de salud se expanden como nunca antes por las redes sociales gracias a su capacidad para llegar a miles o millones de personas en minutos u horas. Estas redes son amplificadores bestiales de la desinformación porque la desinformación suele presentarse de forma atractiva para el internauta. Los bulos más populares tienen contenidos claros, impactantes, llamativos o atractivos. También cuidan mucho la presentación y suelen ser muy visuales. Su rasgo más poderoso es despertar emociones en la audiencia, ya sea miedo, esperanza, sorpresa, curiosidad, indignación… Se sabe que las noticias se difunden mucho más cuando éstas despiertan reacciones emocionales porque nos sentimos más involucrados.

Además de las redes sociales, los buscadores de Internet son otro factor con un gran papel en la difusión de bulos de salud. Los grandes buscadores funcionan de forma automática basándose en unos algoritmos que determinan la posición de las páginas web en los resultados. No hay profesionales activos que filtren las informaciones sanitarias falsas o erróneas, sino que esto queda en manos de las «máquinas». Esto permite la visibilidad y difusión de ciertos contenidos en Internet que no llegarían muy lejos si existieran humanos vigilando.

Before implementing a captcha, it’s worth considering if one is necessary to begin with. To help with evaluating this proposition, consider if your threat model is concerned over customized or uncustomized spam. Uncustomized spam is pervasive across many Internet protocols, and you will encounter it quickly after enabling HTTP, SSH, or many other protocols on a server. It is generally unintelligent, cheap to execute, and easy to block, even without captchas. Customized spam, however, is spam that has been written to specifically affect a given company, service, website, or user. As customized spam is created by an actor that is able to tailor it to your service, it is more dangerous than uncustomized spam, and more effort is required to effectively limit it.

Just because someone could spend hours (or minutes) writing a program to spam your website does not mean that someone will. Your personal blog about the latest vegan bacon is not a high-priority target for anyone. Adding a ReCAPTCHA to your Contact Me page is just a great way to get no one to talk to you. I’ve ran several websites with millions of pageviews that have received zero customized abuse and have spoken to other webmasters with similar experiences. Jeff Atwood of codinghorror.com once wrote similarly:

The comment form of my blog is protected by what I refer to as “naive captcha”, where the captcha term is the same every single time. This has to be the most ineffective captcha of all time, and yet it stops 99.9% of comment spam.

This is not a suggestion to do nothing, ignore basic security, and be unprepared for attacks, but rather to realistically consider your threat model and apply only what is necessary.

Apple users are seen as the ‘invisible poor’ – those who do not look as poor as their financial circumstances.

Apple iPhone users in China are generally less educated, hard-up and with few valuable assets, compared to users of other mobile phone brands such as Huawei or Xiaomi, according to a report by research agency MobData.

Flowchart to know if a machine is an AI.

In the broadest sense, AI refers to machines that can learn, reason, and act for themselves. They can make their own decisions when faced with new situations, in the same way that humans and animals can.

As it currently stands, the vast majority of the AI advancements and applications you hear about refer to a category of algorithms known as machine learning. These algorithms use statistics to find patterns in massive amounts of data. They then use those patterns to make predictions on things like what shows you might like on Netflix, what you’re saying when you speak to Alexa, or whether you have cancer based on your MRI.

Se trata de la residencia digital (o e-residency, en inglés), con la que cualquier persona puede hacerse residente de este pequeño país de 1,3 millones de habitantes sin necesidad de vivir allí.

La residencia digital no aporta la ciudadanía ni exime de la necesidad de la visa. El objetivo es que los nuevos residentes contribuyan a la economía del país utilizando sus bancos y abriendo empresas.

La residencia digital, en cambio, permite a los emprendedores abrir su negocio sin necesidad de contar con un director local en el país, así como acceder a los servicios bancarios y de pagos online, declarar los impuestos a través de internet o firmar documentos sin poner pie en Estonia.

La iniciativa se lanzó en 2014 y ya hay más de 20.000 residentes digitales. En total, manejan unas 3.000 empresas, según datos oficiales.

So instead of considering the practical ethics of impoverishing and exploiting the many in the name of the few, most academics, journalists, and science-fiction writers instead considered much more abstract and fanciful conundrums: Is it fair for a stock trader to use smart drugs? Should children get implants for foreign languages? Do we want autonomous vehicles to prioritize the lives of pedestrians over those of its passengers? Should the first Mars colonies be run as democracies? Does changing my DNA undermine my identity? Should robots have rights?

Asking these sorts of questions, while philosophically entertaining, is a poor substitute for wrestling with the real moral quandaries associated with unbridled technological development in the name of corporate capitalism. Digital platforms have turned an already exploitative and extractive marketplace (think Walmart) into an even more dehumanizing successor (think Amazon). Most of us became aware of these downsides in the form of automated jobs, the gig economy, and the demise of local retail.

But the more devastating impacts of pedal-to-the-metal digital capitalism fall on the environment and global poor. The manufacture of some of our computers and smartphones still uses networks of slave labor. These practices are so deeply entrenched that a company called Fairphone, founded from the ground up to make and market ethical phones, learned it was impossible. (The company’s founder now sadly refers to their products as “fairer” phones.)

Meanwhile, the mining of rare earth metals and disposal of our highly digital technologies destroys human habitats, replacing them with toxic waste dumps, which are then picked over by peasant children and their families, who sell usable materials back to the manufacturers.

Hirikilabs pretende ser un espacio en el que reflexionar sobre por qué, cómo y para qué utilizamos la tecnología y experimentar en torno a ello, un espacio donde la tecnología no es un objetivo sino un camino, donde pasa de ser el centro del proceso a ser parte (importante) del proceso.

…tiene el objetivo de analizar la tecnología desde varias perspectivas y trabajar de manera crítica las relaciones que se crean a partir de ella, haciendo uso de diversos proyectos, grupos de trabajo y procesos, y garantizando distintas maneras de acercamiento. Y es que creemos que en ese sentido promovemos una reflexión crítica hacia la tecnología entre la ciudadanía. Así, entendemos que la mirada crítica y el dominio de las herramientas y de las dinámicas de difusión son el camino hacia el empoderamiento.

Entendemos la soberanía como un proceso de apropiación y comprensión de las tecnologías por parte de los ciudadanos que contribuye a una sociedad más y mejor informada y con cierta capacidad de autoprotección ante los retos derivados de una cada vez mayor convivencia con la tecnología. La irrupción en la vida diaria de la inteligencia artificial, la automatización, la privacidad en la red o el control son solo algunas de las cuestiones ante las que antes o después la sociedad tendrá que tomar partido. La apertura del conocimiento y el uso de software y hardware libres, contribuyen a comprender las implicaciones y saber que al menos existen alternativas.

Your big questions about the future answered. How science will influence and change our lives. Britt Wray and Ellie Cosgrave present a fortnightly investigation of a hot science topic in about 30 minutes. The Tomorrow’s World podcast will begin a second run of episodes in early 2018.

Data on waste generation typically separate producer wastes, such as those from mining, and consumer wastes such as those from households. But there are problems with such division.

It makes the mistake of thinking producer waste and consumer waste are two separate things instead of flip sides of the same coin in industrial systems. It also makes the mistake of presuming consumers have much in the way of meaningful choice in what their electronics are made of.

Electronics contain a wide variety of materials. One important example is copper. The electronics industry is the second-largest consumer of copper. Only the building and construction sector uses more.

Post-consumer recycling of electronics will never be enough, we need to be able to repair — and upgrade — the devices we already have, if we are to slow our production of e-waste.

In the U.S., the Repair Association is doing the hard work of advocating for consumers to have the right to repair the devices they purchase by enshrining those rights into law. That said, an e-waste recycler in California now faces a 15-month prison sentence and a US$50,000 fine in his efforts to extend the lives of computers.

The automobile, food and pharmaceutical industries have to show their products meet certain safety standards before they are put on the market. Why not demand the same of the electronics industry?

As web companies strive to tailor their services (including news and search results) to our personal tastes, there’s a dangerous unintended consequence: We get trapped in a «filter bubble» and don’t get exposed to information that could challenge or broaden our worldview. Eli Pariser argues powerfully that this will ultimately prove to be bad for us and bad for democracy.