Autonomía digital y tecnológica

Código e ideas para una internet distribuida

Lógica distribuida para la autoorganización ciudadana

Imago voragine.net
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El título de este post es también el de un artículo que la organización Cibervoluntarios me pidió para publicar en su plataforma Empodera, y que además han publicado en el libro Ciberoptimismo, conectados a una actitud, en versión española e inglesa. El libro es la edición de 2013 de la compilación anual que Empodera publica desde 2009 sobre innovación social y empoderamiento ciudadano.

Ha sido un placer colaborar con ellos desde el momento que me contactaron para colaborar, hasta el momento en el que he recibido las dos copias del libro por correo postal. Un gran detalle por parte de Cibervoluntarios, que sabe agradecer el trabajo de sus colaboradores.

El libro Ciberoptimismo, conectados a una actitud se puede descargar en formato PDF (3,3 MB).

Publico a continuación el artículo íntegro en su versión española, ya que en el libro, debido a una errata, falta el último párrafo.

Resumen

El siguiente texto hace un breve repaso de la historia de la lógica distribuida, para entender cómo internet la ha potenciado. Luego analiza la capacidad de eliminar dependencias que los sistemas centralizados imponen a la ciudadanía, así como las diferencias de eficiencia entre sistemas centralizados y distribuidos. A continuación repasa algunos casos en los que la lógica distribuida ha saltado las barreras de lo digital, y cómo ha modificado los contextos en los que se ha aplicado. Por último, se describe la tendencia actual de re-centralización que se está dando en internet, lo que eso significa para la ciudadanía, y cómo la lógica distribuida es una herramienta indispensable para revertir dicha tendencia.

Antecedentes: antes de internet, hablemos de los mayas

La lógica distribuida no es algo reciente y no ha nacido con internet, ni siquiera es algo exclusivamente occidental. La toma de decisiones en las comunidades mayas sigue desde hace siglos un modelo distribuido. Para llegar a un acuerdo los miembros de las comunidades se juntan por parejas y hablan; cada uno de los miembros tiene que hablar con todos los demás, dedicar un tiempo en exclusiva a cada persona para contarle su planteamiento y escuchar el del otro. Solo entonces estarán preparados para llegar a un consenso. Esta manera de tomar decisiones iguala a todas las partes, dificultando la apropiación individual del discurso. Aún hoy los zapatistas siguen gobernando sus comunidades así, haciendo real su máxima «Aquí el pueblo manda y el gobierno obedece». No obstante, la toma de decisiones distribuida maya tiene una limitación de escala: únicamente es aplicable a una comunidad, un conjunto de personas con el grado de confianza hacia los otros suficiente, donde todos los miembros se conocen, y tienen un nivel fuerte y uniforme de compromiso.

Internet ha permitido salvar esta limitación y aplicar la lógica distribuida a una red de personas que no forman una comunidad, que ni siquiera tienen por qué conocerse. Internet ha permitido funcionar en base a valores diferentes al compromiso, como por ejemplo el reconocimiento, generando mecanismo de regulación que funcionan a escala de red.

Como se ha escrito repetidamente, internet lleva en su ADN la lógica distribuida. El gobierno estadounidense, a través de su Departamento de Defensa, creó ARPANET a finales de los sesenta. La red que dio origen a internet se puso en marcha con la idea de que universidades y otros centros de investigación se comunicasen y compartieran recursos. ARPANET permitió el intercambio fluido de conocimiento e información entre investigadores de todo el país, además de crear una red en la que la capacidad de cálculo de cada ordenador podía ser aprovechada por las demás, en una época en la que los procesadores no eran tan potentes como ahora. El diseño de la arquitectura de la red se hizo distribuido desde el comienzo, sin una máquina que centralizase las comunicaciones.

Quizás la primera experiencia de producción distribuida a escala mundial fue la de las comunidades de desarrollo de software libre, verdaderos sistemas meritocráticos que han sentado las bases para trabajar en red al margen de la rentabilidad económica. Los hackers que participaban en ellas invertían horas de su tiempo libre en el desarrollo no pagado de programas informáticos, por lo que la moneda de cambio era el tiempo y no el dinero. La recompensa que obtenían tampoco era monetaria, sino un reconocimiento de la comunidad en función de sus capacidades y dedicación. Uno de los primeros ejemplos lo encontramos en los miles de programadores de todo el mundo, invirtiendo tiempo y obteniendo reconocimiento, fueron los que desarrollaron el núcleo del sistema operativo libre Linux a principios de los noventa, sin intercambio monetario de por medio. Millones de hackers siguen funcionando hoy de la misma manera: sólo el servicio web GitHub aloja más de cinco millones de repositorios de software alimentado por más de tres millones de usuarios.

A partir del desarrollo comercial de internet a finales de los noventa este modelo de funcionamiento se ha ido trasladando a muchos otros contextos que han sido radicalmente transformados.

El tira y afloja entre la centralidad y lo distribuido

En 2006 Google aterrizó en China. Tras negociaciones con el gobierno chino acordó que determinados resultados fueran censurados en la versión china del buscador. En enero de 2010, y tras ver seriamente dañada su imagen pública (hasta el punto de tambalearse por primera vez de manera general su, hoy olvidado lema, Don’t be evil), decidió poner fin a la censura; el gobierno chino empezó a ejecutarla por sí mismo. Dentro del Great Firewall, empresas chinas empezaron a colaborar con el gobierno y de paso eliminaron la competencia extranjera.

El caso de China es paradigmático. Ninguna de las partes, ni gobierno ni empresas, extranjeras o nacionales, consideró al ciudadano chino para la toma de decisiones.

Incluso en escenarios como el chino, es evidente que internet ha proporcionado nuevos espacios de encuentro e intercambio de información, transformando las ciudadanías de cada país en una multitud trasnacional conectada con una capacidad de cooperación y acción para la transformación social inexistente previamente. Ya que estos espacios son los lugares en los que, cada vez más, se generan dinámicas de cooperación en red de la ciudadanía, es necesario analizar y comprender qué herramientas se usan y qué lógicas los rigen. De quién ostente el control en ellos dependerá su existencia autónoma según las necesidades de la ciudadanía, y no de empresas o gobiernos con intereses lejanos a los de sus clientes o sus gobernados, como ocurrió y ocurre en China.

Según la teoría de redes, en una configuración distribuida «La extracción de cualquiera de los nodos no desconectaría de la red a ningún otro. Así todos los nodos se conectan entre sí sin que tengan que pasar necesariamente por uno o varios centros locales». Un sistema distribuido es teóricamente incontrolable por uno de sus nodos, en oposición a los sistemas centralizados o descentralizados. Por esto, el funcionamiento distribuido es una característica imprescindible, aunque no suficiente, para que un espacio digital para la acción ciudadana permanezca fuera del control unilateral de gobiernos o empresas.

Las personas que hayan sufrido una avería en su portátil y hayan querido repararlo por sí mismas, quizás hayan intentado buscar el manual de su máquina en internet. Probablemente no lo habrán encontrado. A menos que sean clientes de una de las pocas marcas que ofrecen los manuales en sus páginas web, es una tarea ardua. Para la mayoría de los fabricantes de ordenadores no hacer públicas las especificaciones técnicas de sus productos es una eficaz medida para acortar su vida útil. No compartir esta información dificulta la reparación doméstica, pero es también una manera de impedir ganarse la vida a los pequeños negocios de reparación, incómodos obstáculos para los fabricantes a la hora de generar obsolescencia programada en sus productos, con el objetivo de vender más.

Frente a este escenario, desde hace años varias redes de usuarios y reparadores profesionales compilan manuales en sitios web que, saltándose las leyes de propiedad intelectual, los ofrecen libremente. El proyecto iFixit va un paso más allá: las personas que participan en él desmantelan los productos de las grandes marcas, los estudian, entienden cómo funcionan y hacen sus propios manuales, en vez de reproducir los originales y exponerse a la demanda. iFixit consigue liberar una información de interés general y da a conocer una mala práctica; pero además cambiar las reglas del juego: para los fabricantes ya no tiene sentido no compartir los manuales.

Como ha demostrado iFixit, cuando se aplica un funcionamiento distribuido a un sistema, implícita o explícitamente, con intención buscada o sin ella, se eliminan dependencias que una de las partes solía imponer al resto para su exclusivo beneficio. Los que no lo tenían, recuperan el control de decisión y actuación, su autonomía dentro del sistema.

Eficiencia y eficacia en los sistemas distribuidos

Los sistemas distribuidos son muchas veces más eficientes que los centralizados. Si no, ¿cómo es posible que a la media hora de emitirse tu serie favorita en algún canal de Estados Unidos puedas verla subtitulada en tu idioma a través de internet? Redes de traductores vocacionales distribuidos por todo el mundo, conectados gracias a internet, se reparten el metraje del capítulo para luego ensamblar los fragmentos, y no tardan más de media hora en hacerlo. Y si eres capaz de esperar unas horas, tendrás la versión doblada en tu lengua materna. ¿Cómo es posible que el mismo capítulo tarde seis meses en llegar a los canales de la televisión de tu país?

La lógica distribuida, es quizás la herramienta conceptual más potente que internet y la democratización de la tecnología han facilitado. Como Chris Anderson relata en La economía Long Tail, fue la capacidad de observación distribuida de miles de visitantes de la web de la NASA lo que permitió identificar más de 200.000 cráteres del planeta Marte. El proyecto Mars Clickworkers en 2001, aún cuando internet era joven, permitió realizar esta tarea en tres meses; cuando dependía de la capacidad de observación concentrada en científicos y estudiantes podía llevar años.

Proyectos posteriores como Galaxy Zoo, que permite a cualquiera clasificar galaxias por su forma a partir de fotografías, corroboran la intuición de Mars Clickworkers de que, para determinadas tareas como la observación o el rastreo de imágenes, la capacidad distribuida en un grupo cuantioso sin formación o preparación específica es más eficiente que el más preparado de los equipos de investigación, que nunca podrá ser tan numeroso.

En internet, las redes distribuidas facilitan la libre circulación de los bits, de la información, además de una manera en muchos casos más eficiente que bajo un sistema centralizado. Pero el funcionamiento distribuido no solo permite reducir el tiempo necesario para realizar una tarea o conseguir un objetivo, en algunos casos aporta eficacia a un sistema.

Pensemos en cualquier sistema impositivo tradicional centralizado: una administración recauda el dinero, decide dónde invertirlo y lo distribuye. El objetivo es un reparto que se ajuste a las necesidades y deseos de todos los contribuyentes. Es difícil encontrar un sistema fiscal a gusto de todos los gobernados, y siempre habrá iniciativas o sectores que no tengan cabida en las partidas que salen de los impuestos, o no tengan la capacidad de acceder al reparto de la administración. Sistemas distribuidos de financiación como el crowdfunding se saltan las decisiones unilaterales de un Estado, una empresa o cualquier otra fuente centralizada de financiación, de dónde invertir el dinero. Además tienen la ventaja añadida de que son procesos de legitimación social de los proyectos. Si la cantidad necesaria de gente invierte en algo, si se producen muchas pequeñas contribuciones, significa que existe una cantidad suficiente de gente que considera el proyecto interesante, útil o pertinente. El apoyo económico distribuido representa pues la aceptación social, constituyendo un filtro previo para evitar el gasto de recursos en proyectos que no interesan lo suficiente o que no están maduros. No quiero decir con esto que el crowdfunding tenga que sustituir a los impuestos, sin embargo es interesante que la lógica distribuida haya permitido financiar iniciativas que antes no eran posibles.

En el mundo offline la lógica distribuida no afecta solo a los bits

En el momento en el que se entiende la lógica distribuida, solo falta imaginación para aplicarla a otros sistemas en los que no necesariamente es la información la que circula, sino objetos, dinero, personas o energía. Cuando la lógica distribuida traspasa las fronteras digitales es cuando adquiere todo su potencial. También aquí la idea de fondo es la misma: reducir dependencias económicas, sociales, culturales o energéticas, siempre mediante la distribución de servicios y recursos.

Cualquiera que haya paseado por Berlín habrá visto aquí y allá bicicletas rojas y robustas desperdigadas por toda la ciudad. El sistema de bicicletas público de Berlín no tiene estaciones para aparcar o ir a buscar una bici: los berlineses cogen la bici dónde la encuentran y la dejan cuando llegan a su destino, a la puerta del cine o en mitad del Tiergarten. Este aparente caos tiene dos características que lo hacen funcionar: el sistema cuenta con un número de bicicletas muy alto; y las bicis se bloquean cuando se aparcan, desbloqueándose electrónicamente mediante un mensaje de móvil o un pago de tarjeta cuando se quieren usar. Esto permite funcionar sin estaciones y tener una alta probabilidad de encontrar una bici cuando se necesita. Este sistema distribuido, que se puso en marcha sin tener nada que ver con internet, supo ver que lo único que necesita un sistema distribuido para funcionar es masa crítica, de bicis en este caso.

Couchsurfing y otras redes de hospitalidad son el alojamiento distribuido. Por un lado reducen las dependencias económicas de un viaje, pero quizás lo más interesante es que destrozan nuestras dependencias culturales y sociales, nuestra idea preconcebida o canónica de viaje: el turismo, antes forma predominante de viaje, queda reducida a una opción más de un abanico mucho más amplio. Si al alojamiento distribuido le añadimos las redes de coche compartido, como Bla bla car, tenemos un auténtico sistema distribuido para la movilidad de las personas.

Otro caso interesante es el de La Editorial Orsai que ha llevado la lógica distribuida al mundo de la distribución editorial. Hernán Casciari, su editor responsable solía escribir para editoriales tradicionales y medios generalistas. Cansado de ver como un alto porcentaje de su trabajo revertía en ellas y no en él mismo, y de cómo le imponían cláusulas de exclusividad que le impedían publicar sus escritos libremente, se despidió de sus antiguos jefes y montó Orsai. La Editorial edita una revista literaria en papel con periodicidad bimestral. Su idea fue hacer una revista asequible para el mayor número de lectores posible, para lo que crearon una moneda propia con un valor relativo para que tuviera un precio justo en todos los países. La moneda, PD$, obtiene su valor del precio del periódico de mayor tirada del país el sábado. La revista siempre cuesta 15 PD$, pero eso en España son 9€ y en Finlandia 13€, por ejemplo. Con esta base abrieron la distribución a cualquiera que quisiera cumplir las funciones de distribuidor local, que recibiría los ejemplares a precio local. En un principio, la editorial dejaba a decisión del distribuidor el beneficio que obtendría, el sobreprecio de la revista con respecto a lo cobrado por Orsai. Aunque ahora el sistema es menos flexible, y la editorial fija la ganancia del distribuidor, la distribución distribuida de Orsai ha conseguido vender casi 20.000 unidades en 2013 en 176 ciudades, gracias a sus 210 distribuidores. Todo un logro teniendo en cuenta que se trata de una revista en papel que se ofrece gratuitamente en PDF en internet.

La recentralización de internet

Como explica El modo de producción P2P, del Grupo Cooperativo de Las Indias, «bajo toda arquitectura de comunicación se esconde una estructura de poder». Si internet, que nació con arquitectura distribuida, ha potenciado modos de hacer y relación distribuidos, ¿qué ocurrirá si se transforma en estructura centralizada o descentralizada? No hay que hacer un ejercicio de ciencia ficción para representar el escenario: hoy día gran parte de los espacios digitales que usamos han dejado de lado el espíritu distribuido de la red creando usuarios dependientes, cautivos en el peor de los casos.

Aparentemente es inocuo usar la mensajería WhatsApp en lugar de enviar un SMS, y tras un primer vistazo, comunicarnos a través de Facebook puede parecernos equivalente a enviar un correo electrónico, pero no lo es. El Short Message System y el e-mail permiten una comunicación distribuida, sin dependencias de un único servidor y por tanto de una única empresa; WhatsApp y Facebook por el contrario constituyen sistemas centralizados. Si queremos enviar un mensaje WhatsApp tenemos que usar el lenguaje creado por la empresa WhatsApp, que únicamente entiende la aplicación WhatsApp. El SMS en cambio, es un sistema que envía y recibe los mensajes usando protocolos estándares de comunicación entre máquinas. Análogamente, al usar Facebook, estamos usando sin opción los servidores de Facebook.

En el caso de los buscadores, con Google como paradigma, la centralidad cobra más importancia. Google ordena internet, lo jerarquiza en base a unas reglas que él mismo define, un algoritmo que no es público. Un cambio en sus criterios de orden cambia la topología de internet, sus decisiones pueden hacer invisible determinado contenido sencillamente dejándolo fuera de sus resultados. Las páginas indexadas por los motores de búsqueda conforman lo que se ha llamado la Internet superficial, pero lo cierto es que existe una internet fuera de las fronteras de Google y el resto de motores de búsqueda, un territorio desconocido llamado Deep web que supone el 95% de internet: lo que está fuera de los buscadores no existe ya que es difícil que alguien lo encuentre. La existencia de esta Internet invisible se debe a limitaciones técnicas de los buscadores, pero también a decisiones estratégicas y conscientes de las empresas que los programan.

El caso más claro y cotidiano para entender los efectos de la recentralización de la internet es Megaupload, el servicio de intercambio de archivos que desapareció de la noche a la mañana fulminado por las demandas por vulneración de la propiedad intelectual. Millones de usuarios perdieron el acceso a los archivos que tenían alojados en sus servidores, fueran ilegales o no. Megaupload ejemplifica a la perfección la vulnerabilidad de los nodos periféricos de una red centralizada, los usuarios en este caso.

Podemos decir que la ciudadanía depende cada día más de internet para comunicarse, para encontrar información, para almacenarla y así poder compartirla. Los tres casos anteriores, Facebook, Google y Megaupload, ejemplifican servicios centralizados que satisfacen las tres necesidades mencionadas.

Frente a este escenario en el que los ciudadanos nos convertimos en usuarios de servicios centralizados de los que cada vez somos más dependientes, podemos imaginar una alternativa distribuida en la que el control de nuestros datos, de la internet a la que tenemos acceso y de nuestras comunicaciones vuelva a nuestras manos.

Alternativamente a Google, el buscador P2P Yacy funciona alojando los resultados de búsqueda en los ordenadores de los usuarios y no en data centers propiedad de una empresa. Su algoritmo es público, modificable y replicable. Esto quiere decir que no hay un único buscador, hay tantos como personas lo estén usando, y cada instalación de Yacy puede modificar el algoritmo para que la indexación de páginas se ajuste a sus necesidades, probablemente reduciendo así la parte no indexada, inaccesible, de internet.

Alternativamente a Facebook, la red social federada Diaspora permite instalar su software en un servidor propio para poner en marcha una red social «local», conservando así los usuarios el control sobre su nodo y los datos que contenga. A la vez, Diaspora dispone de un sistema de conexión entre nodos que permite formar parte de la red social «global» en el caso de quererlo.

Alternativamente a Megaupload, los sistemas de intercambio de archivos P2P, como los basados en el protocolo Torrent, conectan las máquinas de los usuarios directamente sin dependencia de servidor central alguno. Esto permite que los archivos estén alojados en cualquier ordenador de la red conectada, incluso repetidos, de manera que si uno de los ordenadores se desconecta, siempre se puede recurrir a cualquier otro que tenga el mismo archivo.

Por último, el proyecto Unhosted ha sido desarrollado bajo la idea de poder separar el código de las aplicaciones de los datos personales de los usuarios que las usan, permitiéndoles elegir dónde alojar su información, recuperando así su control sobre ella independientemente del servicio usado.

Las herramientas para recuperar el carácter distribuido de internet existen, por cada servicio que usamos en la internet centralizada, podemos encontrar otro que construye ese escenario alternativo y distribuido. Solo falta usarlas, ya que como en el sistema público de bicicletas berlinés, lo único que necesita la internet distribuida para funcionar es masa crítica.

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