Autonomía digital y tecnológica

Código e ideas para una internet distribuida

Linkoteca. Corio Psicología


“La mayoría de la gente no vive así. Pero es tan desproporcionado lo que ves en redes sociales que empiezas a pensar que eres tú quien está haciendo algo mal. Es un ciclo muy dañino”, apunta la autora en una videollamada. Para Hoffman, que defiende no compartir solo lo perfecto, detrás de muchas de esas publicaciones hay también “muchos temas de clase y de dinero” de los que no se habla. Como ejemplo, menciona las fotografías de despensas en las que todo está fuera de su embalaje original, en recipientes a juego y bien etiquetados. “Es muy atractivo visualmente, pero el almacenamiento es extremadamente caro. Comprar todas esas cosas a juego no está al alcance de mucha gente”, apunta.

La psicóloga Aurora Gómez, de Corio Psicología, coincide: “A mí me encantaría que, igual que se dice que una publicación ha sido patrocinada, se dijera ‘esta persona tiene unos privilegios de base que no estás viendo”. La mayor parte de la población española vive en pisos pequeños, con poca luz y mal aislados, como quedó patente durante el confinamiento. Gómez admite que ella sigue muchas cuentas de decoración, pero se da cuenta de que son siempre casas grandes. “Buena disposición, buena iluminación, muchas plantas… Pero para las plantas, aunque no lo parezca, tienes que tener tiempo, dinero y luz”, opina. Las redes sociales contribuyen a configurar “lo que es una casa ideal”. Nos comparamos no solo con los mejores momentos de otros, sino con los mejores momentos de las casas de personas con más dinero.

“Limpiar y mantener una casa limpia, eso son habilidades que se pueden aprender y para las que hay gente que tiene obstáculos. Que tu casa sea o no un desastre no es un reflejo de quién eres como persona”, afirma Hoffman. Un ejemplo de cómo se ha asociado la limpieza con una cierta moralidad es cómo muchas veces, al recibir a alguien en casa, el anfitrión se disculpa por no tenerla perfecta. “Creo que en general tenemos que dejar de disculparnos por cómo vivimos. Hacerlo constantemente refuerza ese estándar inalcanzable al que aspiramos y es dañino”, subraya.