Bernardo Gutiérrez explica, en el artículo La ciudad de todos frente a la ciudad neoliberal, qué son los bienes relacionales y cómo configuran nuevos «espacios comunes», que no son ni privados ni públicos, que proporcionan una seguridad y un buen vivir a los que los construyen y los habitan, y que combinan modos de hacer ancestrales de la cultura quechua con otros trasladados de la cultura hacker:
Los bienes relacionales están profundamente relacionados a los espacios. A los espacios compartidos, a los espacios relacionales, a los espacios en red. Y encajan con el concepto de ciudad relacional que baraja la jurista María Naredo. Un modelo de ciudad relacional, fraguado con lazos intersubjetivos, tejido con capas de afectos: «el modelo ‘relacional’ propone formas de seguridad basadas en el encuentro, la relación y el diálogo. La seguridad, en el modelo relacional, pasa sobre todo por recrear el lazo social. No vaciar la calle, sino todo lo contrario: repoblarla de relaciones de vecindad, de buena vecindad también entre desconocidos. Para así poder confiar en que alguien nos va a echar una mano si nos ocurre algo en el espacio público, la vecina del quinto o el tendero de abajo».
Los pensadores Antonio Negri y Michael Hardt consideran que la ciudad es a la multitud lo que la fábrica era para la clase obrera. La ciudad es un espacio común donde la multitud fragua su invención biopolítica. Y donde los bienes relacionales, barnizados con matizes quechuas y con las prácticas colectivas de la ética hacker, fluyen desconfigurando el miedo.
 
							 
					
					
					
				 
 La reciente remodelación de un edificio del siglo XIX en la calle Campoamor de Madrid en la que el artista Babiloni ha pintado toda la fachada con un estilo semejante al grafiti plantea el debate sobre la propiedad de las fachadas. Diego Fullaondo lanza el debate en su artículo
La reciente remodelación de un edificio del siglo XIX en la calle Campoamor de Madrid en la que el artista Babiloni ha pintado toda la fachada con un estilo semejante al grafiti plantea el debate sobre la propiedad de las fachadas. Diego Fullaondo lanza el debate en su artículo