Cualquier espacio digital tiene un dueño que decide; desde el momento de su concepción, y sin valorar intencionalidades, las formas de relación e intercambio entre sus usuarios están sujetas a unas reglas prefijadas. En el más extremo de los casos, el dueño puede decidir o verse obligado a desconectarlo (pensemos en el caso Megaupload).
En condiciones ideales el espacio público físico es un colchón social, un espacio de relación e intercambio que absorbe y propicia situaciones y usos que no se dan en espacios más restrictivos, es parte del procomún urbano.
Es difícil hacer una traslación del concepto de espacio público al contexto digital. La dependencia tecnológica de los espacios digitales es una diferencia definitoria con respecto a los físicos. Un espacio público pierde funcionalidades al ser abandonado, pero esencialmente sigue cumpliendo su principal cometido; un espacio digital desaparece. La dependencia tecnológica de los espacios digitales convierte a los ciudadanos en usuarios y a los espacios en servicios, de la misma manera que ocurre cuando hablamos de un espacio físico privado.
La necesidad en internet de espacios con las características del público, “espacios públicos equivalentes”, es cada vez mayor. Por un lado porque una parte importante de la capacidad de relación e intercambio que antes se demandaba al espacio físico, ahora la cargamos sobre los digitales. Por otro lado, cada vez es más usual que un espacio público tenga asociado uno digital que expanda la relación y el intercambio en el tiempo y desdibuja las fronteras físicas del espacio. Incluso hay espacios digitales que activan de manera efímera como públicos espacios urbanos. Cada vez más los recursos digitales complementan los espacios urbanos y los amplían, pero también los lastran con las dependencias tecnológicas previamente comentadas.
Garantizar un ecosistema de espacios públicos equivalentes, espacios autónomos, sin dependencias que los condicionen, que permitan la relación entre personas y el intercambio de información, ambas cosas de manera libre, es fundamental. Para ello, en un mundo de bits, hay que garantizar el acceso a la información: conexión a la red, herramientas para encontrarla, y espacios para compartirla y almacenarla; todo ello sin censura ni discriminación.
La lógica distribuida (P2P) es lo que puede garantizar un espacio público equivalente; un conjunto de espacios, aunque cada uno de ellos privados, suficientemente plural, inclusivo y difícilmente monopolizable.
Resumen presentado al congreso Equiciudad 2012, dentro del bloque Ciudad (Smart cities. Ciudades hibridadas. Big data. Agora 2.0. Gestión del espacio público. Informática móvil para las ciudades. Gobierno abierto. Participación ciudadana y urbanismo emergente)
Actualización: Disponible la comunicación completa presentada a equiciudad: El espacio público no existe en internet.
6 comentarios
El primer párrafo permite una crítica rápida, el espacio publico (plazas, calles, parques, … ) es tambíen un espacio creado por otro pensemos solamente en el vocabulario de posturas arquitectónicas: tomar el espacio, recuperarlo, reapropiarlo, okuparlo, … La discusión no se encuentra tanto en una compartiva sino en las esencias de los mismos. Respondiendo a la pregunta el espacio digital no es espacio público, posee sus propias cualidades algunas de estas son compartidas o euivalentes al espacio público pero esto no puede llevarnos al error de igualarlos, debe ser tratado como un espacio propio o en refenrencia a pero nunca igual. Podremos acercarnos a él (al público) pero nunca tomar la caña del vecino.
E_Coello, estoy de acuerdo en que un espacio digital no es igual que uno físico, de igual manera que una ciudad no tiene nada que ver con un pequeño pueblo.
Tanto en el pueblo como en la ciudad hay espacio público, pero con características muy diferentes.
Lo que plantea el texto es la existencia de un espacio público equivalente, un tipo de espacio con las características del físico, que permita comunicarse e interactuar libremente: no para hacer lo mismo que en el espacio físico, pero sí con las mismas libertad.
Resulta difícil debatir sobre espacio público cuando no hay categorías establecidas claramente.
Por ejemplo, mucha gente acepta el postulado de que los espacios de acceso dentro de un megacentro comercial constituyen «espacio público» porque cualquiera puede transitar por ellos.
Un examen más atento revela que esos espacios SON PRIVADOS y que la gente que los usa está sometida a un bombardeo inclemente de propaganda visual y auditiva. Esos espacios no permiten la realización de actividades de convivencia como las que se realizan en el campo deportivo de un barrio, en donde se construye un verdadero tejido social.
En un mall puedo tomar un café en un sitio elegante, limpio, seguro y estéticamente diseñado para pasar un rato agradable. pero el proceso del tejido social no avanza allí ni un centímetro, porque no me saludo con nadie ni comparto nada con nadie; mis acompañantes tengo que traerlos de afuera, y con ellos ya he desarrollado un tejido social proveniente de largos años de INTERACTUAR Y COMPARTIR, un tejido desarrollado en entronos vecinales, laborales y académicos que nada tienen que ver con centros comerciales de ninguna clase.
Conclusión: decir que un gran centro comercial es un «lugar de encuentro» equivale a una de estas dos alternativas:
a) una ignorancia supina.
b) una intención de inculcar al consumidor la peregrina idea de que ir al centro comercial es convivencia ciudadana, cuando en realidad el nivel de convivencia allí es cercano al cero absoluto.
Saludos.
Fe de erratas.
Dice «entronos».
Debe decir » entornos».