Éste es el artículo que presenté al Congreso Equiciudad 2012 con el título El espacio público no existe en internet. Hacia un espacio público equivalente. Previamente he publicado el resumen de la comunicación y la presentación que utilicé en el congreso para contar las ideas del artículo.
Resumen / Abstract
Este texto esboza una representación del espacio digital para tratar de entender cómo funciona. Posteriormente analiza la importancia de consolidar un reflejo en internet del espacio público, y describe las condiciones necesarias para que un espacio digital pueda considerarse espacio público equivalente.
This article lists some common metaphors used to describe the digital spaces to understand them. Afterthat it analyces how important is to find a reflection of public space in the internet, and describes the necessary conditions to reach it.
Introducción
¿Dónde situar el espacio público en internet? Ese lugar de encuentro e intercambio que, en condiciones ideales, es un colchón social para la ciudad. Cualquier espacio digital tiene un dueño que decide desde el momento de su ideación, cómo usarlo, y que llegado el momento puede desconectarlo.
Texto del artículo de la comunicación
Las representaciones del espacio digital, generalmente tomando como referencia el espacio físico, nos permiten entenderlo, y vivirlo de una manera y no de otras. Por ejemplo, la metáfora del escritorio nos ayudó a relacionarnos con los primeros ordenadores personales, y luego se ha perpetuado hasta la actualidad. Imaginar cómo habría sido la evolución de las interfaces de los ordenadores personales si la metáfora hubiese sido la vivienda, por ejemplo, es un ejercicio interesante. Como lo es analizar por qué la relación con nuestras máquinas ha estado tan monopolizada por el escritorio. Pensemos en el destierro la línea de comandos.
Ya con internet el escritorio como metáfora fue insuficiente y hubo que empezar a usar otras, igualmente trasladadas desde el mundo físico, como el buzón de correo. Durante la última década cada vez usamos más ‘la nube’ para referirnos a todo lo que ocurre en los cielos de internet, metáfora realmente acertada para entender cómo usamos la red.
Facebook ronda los 950 millones de usuarios. El 1 de octubre de 2012 Mark Zuckerberg se reunió con el primer ministro ruso en uno de sus muchos viajes diplomáticos. Desde 2005, Google contrata ejecutivos con experiencia diplomática para puestos denominados por la propia compañía como ministro de asuntos exteriores o embajador. Estos datos nos dan una idea de la envergadura de las empresas que ofrecen servicios en la red. Las grandes corporaciones gestionan espacios transnacionales de los que los ciudadanos dependemos cada vez más, administrando un poder al menos equivalente al de los estados nación. Podríamos decir que empresas como Facebook o Google son países recientemente creados, con necesidad de entablar relaciones diplomáticas con otros países y legislar sus dominios según sus intereses.
En 2006 Google aterrizó en China. Tras negociaciones con el gobierno chino acordó que determinados resultados fueran censurados en su versión china. En enero de 2010, y tras ver seriamente dañada su imagen pública (hasta el punto de tambalearse por primera vez de manera general su, hoy olvidado lema, Don’t be evil), decidió poner fin a la censura; el gobierno chino empezó a ejecutarla por sí mismo. Dentro del Great Firewall, empresas chinas empezaron a colaborar con el gobierno y de paso eliminaron la competencia extranjera.
El caso de China es paradigmático. Ninguna de las partes, ni gobierno ni empresas, extranjeras o nacionales, consideró al ciudadano chino para la toma de decisiones. “Aquí el pueblo manda y el gobierno obedece”, el lema mítico de los zapatistas nunca estuvo más desterrado.
La traslación del concepto de espacio público a internet plantea varios problemas. Por un lado, cualquier espacio en internet tiene unas dependencias tecnológicas y energéticas. Vázquez Espí señala que casi la totalidad de las nuevas tecnologías es insostenible: «sólo funcionarán sin ocasionar problemas insolubles en la misma medida en que su uso no se extienda a la totalidad de los seres humanos, mientras queden restringidas a una minoría de privilegiados.» La metáfora de ‘la nube’ nos ayuda a no pensar que internet se sostiene gracias a recursos materiales y limitados.
Por otro lado, el espacio público físico que se abandona sigue cumpliendo esencialmente su función. Los lugares abandonados constituyen en muchas ciudades espacios de oportunidad, islas de espacio público espontáneamente recuperadas y usadas por la ciudadanía. Cuando un espacio digital se abandona, desaparece.
Situándonos en un escenario positivo, en el que olvidamos las dependencias que acarrea la fisicidad de internet, nos encontramos con que cualquier espacio digital tiene un dueño que fija sus reglas sobre él. Como hemos analizado anteriormente, los intereses de los gestores de los espacios digitales no están en sintonía con los de la ciudadanía que los usa.
Sin embargo, la necesidad en internet de espacios con las características del público, espacios públicos equivalentes, es cada vez mayor. Por un lado porque una parte importante de la capacidad de relación e intercambio que antes se demandaba al espacio físico, ahora la cargamos sobre los digitales. Pero sobre todo porque el espacio público equivalente ha trascendido la mera representación del espacio público para convertirse en un lugar de anticipación de acciones que luego se precipitan en el espacio público físico, como han demostrado fenómenos como la Primavera Árabe, el 15M o el movimiento Occupy. Permite ir nutriendo un movimiento y haciéndolo crecer; constituye un tamiz que va dejando salir las iniciativas cuando están preparadas, una especie de laboratorio en el que se van definiendo, puliendo y madurando. El crowdfunding es un ejemplo de cómo una idea no se realiza hasta que no tiene una aceptación social necesaria, que en este caso se cuantifica en recursos para llevarla a cabo.
Por otro lado, estos espacios son más ágiles que las acciones que intentan controlarlos. Mientras una ley recorre todo el camino necesario para hacerse efectiva, el espacio público equivalente sigue funcionando y tiene la capacidad y el tiempo de mutar en otra forma que la ley represiva ya no puede parar. Pensemos en la historia de las descargas.
Para asegurar a largo plazo el espacio público equivalente, hay tres características a preservar: el funcionamiento distribuido de la red, la portabilidad de la información y la privacidad de sus usuarios.
La manera en que se conectan las máquinas en red garantiza teóricamente una comunicación distribuida: cada máquina puede comunicarse de un modo no jerárquico con todas las demás. Cuanto menos distribuida es la red –cuantas más máquinas dependan de un único nodo de la red–, más fácil es de controlar y monopolizar, y por tanto más alejada está de la idea de espacio público equivalente. De nuevo el ejemplo de las descargas es útil. De un lado tenemos Megaupload, que aloja contenido en sus servidores a los que nos conectamos para obtenerlo; del otro tenemos el protocolo torrent que permite comunicar máquinas y establece un sistema de descarga distribuida entre todos los ordenadores que tengan el contenido demandado. Megaupload utiliza una estructura en la que todos los ordenadores que quieran descargar dependen de un servidor central. Si ese servidor cae, el sistema deja de funcionar. Torrent por el contrario, establece una red sin jerarquías en la que cada ordenador puede, además de descargar, ofrecer sus archivos. Si cualquier ordenador de la red torrent cae, la red sigue funcionando. Internet es en sí misma un procomún a pesar de que cada nodo no lo sea: el espacio público equivalente es un espacio distribuido.
Los protocolos y los formatos estándar permiten enviar datos de manera libre, ya que son lenguajes que cualquier máquina puede entender. Cuando una empresa que gestiona un espacio digital no trabaja con estándares, sino que crea sus propias lenguajes, está generando dependencia de sus servidores, centralizando la web. Por ejemplo, si queremos comunicarnos con un usuario de Facebook tenemos que usar su sistema de mensajería, no podemos hacerlo mediante un estándar de correo electrónico.
Pensemos en los motores de búsqueda. Si queremos encontrar información en la red, dependemos de empresas como Google. Debemos confiar en sus reglas de jerarquización de contenidos, en un algoritmo que ordena la web cuyos criterios no son transparentes y no podemos controlar; un sistema opaco que ni siquiera podemos evaluar. En contraposición, Yacy es un buscador distribuido que funciona utilizando un protocolo p2p. Esto permite que los resultados de las búsquedas estén alojados en los ordenadores de los usuarios, no centralizados en un data center de una empresa. Además de conformar una estructura en la que los contenidos son difícilmente censurables, al estar toda la información en los ordenadores de los usuarios, los data center y todo su consumo energético son prescindibles.
La privacidad es esencial en la red para evitar el control sobre sus usuarios. Como señala Manuel Castells, en una red distribuida de máquinas «sólo la difusión de la capacidad de encriptación y de autoprotección en los sistemas individuales podría aumentar la seguridad del sistema en su conjunto […] Pero eso equivale a poner en manos de los usuarios el poder de encriptación y autoprotección informática. Algo que rechazan los poderes políticos». Es tecnológicamente posible una red segura y anónima, si no dejamos nuestra seguridad en manos de terceros.
Tor es un programa de código abierto que podemos instalar en nuestra máquina para garantizar nuestro anonimato en la red, y así evitar que nos impidan el acceso a determinados contenidos. En la misma línea, la Fundación Guifi.net se constituyó como proveedora de acceso a internet aprovechando la liberalización del mercado de las telecomunicaciones en España, y ofrece una red abierta, libre y neutral a la que cualquiera se puede conectar y a la vez dar conexión a otras personas. Por último, Unhosted es un proyecto que tiene detrás la idea de separar el código de las aplicaciones de los datos personales de los usuarios que las usan. Mediante el protocolo abierto remote storage es posible que una aplicación, alojada en el servidor de su dueño, utilice convenientemente encriptados los datos personales que un usuario tiene alojados en su propio servidor. De esta manera, el usuario que ha decidido usar un espacio digital sigue siendo propietario absoluto de su información.
Igual que las grandes compañías de internet han incrementado su poder en el mundo por su transnacionalidad, las comunidades ciudadanas conectadas a través de la red se fortalecen y se alimentan mutuamente, constituyen lo que Pérez de Lama ha denominado la ‘multitud conectada’, y que citando a Negri y Hardt, define: «Las fuerzas creativas de la multitud que sostienen el imperio también tienen la capacidad de construir autónomamente en contra-imperio, una organización política alternativa de flujos e intercambios globales».
Imágenes
1. xkcd. Online Communities 2.
2. xkcd. Map of the internet.
Bibliografía
Casacuberta, David: “Reclaim the backbone: repensar internet como espacio público”. 2008 http://www.artyarqdigital.com/fileadmin/user_upload/PDF/Publicaciones_Jornada_III/D_Casacuberta.pdf
Castells, Manuel: “Internet, libertad y sociedad: una perspectiva analítica”. 2001. http://www.uoc.edu/web/esp/launiversidad/inaugural01/intro_conc.html
MacKinnon, Rebecca: The Consent of the Networked. Basic books, New York, 2012
Pérez de Lama, José: Devenires Cíborg. Arquitectura, urbanismo y redes de comunicación. Secretariado de publicaciones de la Universidad de Sevilla, Sevilla, 2006
Sánchez Uzábal, Alfonso: “El espacio público como colchón social”. 2010 https://voragine.net/cultura-libre/el-espacio-publico-como-colchon-social
Vázquez Espí, Mariano: “Luces y sombras de las tecnologías de la información y comunicación (TICS)”, en José I. Porras y Rubén Araya (Ed.): e-democracia. Editorial Universidad Bolivariana, Santiago, 2003
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