Artículo originalmente publicado en el Blog de Obsoletos, hace más de un año, tras pasar una temporada en Chiapas, en el sur de México, donde tuve la oportunidad de entrar en contacto con el movimiento zapatista y comprobar cómo lidian en las comunidades indígenas con la tecnología. Tienen un amplio sentido de la tecnología apropiada, y conciencia plena de cada solución tecnológica que adoptan. Trabajan concienzudamente para informar a los miembros de las comunidades para que estén en disposición de elegir soluciones tecnológicas que no les creen dependencias, y me pidieron que escribiera algo sobre obsolescencia programada.
Sabías que la tinta de las impresoras es uno de los líquidos más caros del mundo, probablemente el producto más caro que se vende al consumidor de a pie. Sabías que las bombillas incandescentes fueron fabricadas en un principio para durar más de cien años. Estos dos fenómenos son ejemplos de los mecanismos que se agrupan dentro de lo que se conoce como obsolescencia programada.
Qué es eso de la obsolescencia programada
La obsolescencia programada consiste en una serie de mecanismos que permiten a las empresas controlar la vida útil de los productos que fabrican, acortándola según les convenga en cada caso para asegurarse unas ventas determinadas.
Qué beneficios trae la obsolescencia programada a las empresas
Los objetos tecnológicos, como muchos otros productos de consumo, no solo generan beneficio económico cuando son vendidos tras ser fabricados, adquieren un nuevo valor cuando se convierten en residuo, así que acortar su vida útil permite a las empresas obtener más rápidamente un doble beneficio. Por un lado, el consumidor tendrá que reemplazar el producto que ha comprado con una periodicidad mayor, y por otro al convertirse el producto en residuo la empresa también obtiene un beneficio directo al venderlo como material de desecho.
El recorrido global de los residuos tecnológicos
Esta reencarnación de los productos en residuos es beneficiosa económicamente debido a las diferentes legislaciones que regulan el tratamiento de los residuos tecnológicos en el mundo. Los países con normativa más estricta, que coinciden con lo que conocemos como primer mundo se aprovechan de la existencia de regulaciones más laxas o la desrregulación total que pueden encontrar en otros países, generalmente en lo que conocemos como tercer mundo. La gestión y recuperación informal de residuos es un importante sector económico en países como India, China y varios países africanos. Las empresas del primer mundo prefieren vender sus residuos a estos países, en vez de gastar dinero en deshacerse de ellos de la manera que dicta la normativa de residuos en sus países. De esta manera, los productos se venden al menos dos veces, una como bien de consumo y otra como residuo.
Cuáles son los problemas de acortar la vida de los productos
Evidentemente los primeros perjudicados son los bolsillos de los consumidores que tienen que vaciarse con mayor frecuencia. Sin embargo quizás sean más comprometedores a largo plazo para los consumidores los recortes de libertad que sufren. Cualquier mecanismo de obsolescencia programada implica un recorte de libertad para el consumidor, necesario para que la empresa pueda tener controlado el producto y en los casos más elaborados también al consumidor.
Volvamos a la tinta de las impresoras. Comprar una impresora doméstica último modelo no cuesta más de cincuenta dólares americanos. El problema viene cuando se acaba la tinta y descubrimos que comprar un nuevo cartucho cuesta más que la propia impresora, lo que convierte estos artefactos en impresoras de usar y tirar. Podemos definir esta situación como económicamente fastidiosa, pero cualquier consumidor que mire su dinero no se comprará más de una impresora de esta tipo.
Los mecanismos de obsolescencia programada mejor diseñados no dejan escapar al consumidor tan fácilmente, en cambio se esfuerzan en crear usuarios cautivos. Cada vez más las empresas se aseguran de que cuando un consumidor adquiere uno de sus productos se vuelva dependiente de un sistema que ellas controlan. Dentro de estos sistemas cerrados es incómodo, a veces realmente difícil, funcionar si no se siguen las reglas internas que marca el fabricante. Los sistemas cerrados no son en sí mismos un mecanismo de obsolescencia, pero sí crean consumidores cautivos, consumidores con los que pueden hacer lo que quieran, por ejemplo obligarles a renovar sus productos con la periodicidad que decidan. Quizás uno de los mejores ejemplos de sistema cerrado es el ejército de cacharros tecnológicos de Apple.
Por supuesto, el otro gran perjudicado de esta historia es el medio. La obsolescencia programada no entiende de huella ecológica. Basta ver cualquier reportaje fotográfico sobre los principales vertederos tecnológicos del planeta para aproximarse a la dimensión del impacto de los residuos electrónicos. Guiyu en China es probablemente el vertedero electrónico más grande del planeta: una gran extensión de territorio, una auténtica ciudad construida sobre montañas de residuos. En Guiyu todas las reservas subterráneas de agua están contaminadas y los problemas de salud en los trabajadores que aspiran a diario los efluvios de los materiales quemados en los rudimentarios procesos de separación de componentes son asombrosos.
Por qué hablamos de obsolescencia en los objetos tecnológicos
La obsolescencia programada no solo existe en el sector tecnológico, pero es en este sector en el que alcanza quizás su plenitud. Quizás debido a la falta de control y la falta de información por parte de los consumidores, en un área de conocimiento que tradicionalmente ha sido territorio de los expertos. Quizás debido también a que los residuos tecnológicos son de los más difícilmente tratables y asimilables por su contenido en sustancias dañinas para el entorno y el ser humano.
Qué se puede hacer para no caer en las garras de la obsolescencia programada
Mantener la autonomía tecnológica es quizás el mayor logro al que puede aspirar un usuario de tecnología. Dicho de otra manera, mantener el control sobre la herramienta que es el objeto tecnológico. Esto implica de partida plantearse la necesidad de una nueva adquisición. En este sentido, es importante hacer el esfuerzo de separar el valor económico del objeto de su valor de uso: el bajo coste o incluso la gratuidad no debería ser un factor determinante a la hora de adquirir un nuevo objeto. En esta misma línea, plantearse maneras alternativas de consumo que impliquen por ejemplo propiedad comunitaria; incluso replantearse más profundamente el papel del consumidor. Los movimientos Hazlo tú mismo (Do It Yourself) o mejor aún Hazlo con otros (Do It With Others) que reúnen a todo un ejército de prosumers (productores consumidores) son una manera muy eficaz de empoderamiento, ya que implican un aprendizaje y un conocimiento que hacen evaluar realmente las necesidades por un lado, y el producto desde el punto de vista de lo que cuesta construirlo y no únicamente lo que cuesta comprarlo, rompiendo la disociación entre productores y consumidores, desterrando la figura del experto, y consiguiendo una mayor autonomía tecnológica para ellos.
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