Domenico Di Siena lanzó la primera edición del Curso de Diseño Cívico en septiembre de 2015. Entonces nos pidió a Juan López-Aranguren y a mí que le ayudásemos a coordinar el curso. Desde entonces se han completado tres ediciones y ahora se está cursando la cuarta. Sin duda es uno de los proyectos más estimulantes en los que vengo participando en los últimos años. En 2018 se ha publicado el libro Civic Design que recoge teoría, metodología y proyectos desarrollados durante las tres primeras ediciones del curso. El libro está estupendamente coordinado por Cecilia Ciancio y Maje Reig Alberola. Cecilia y Maje me pidieron un texto corto de temática libre para la sección «Thoughts» del libro, que compila voces de personas que han formado parte de la comunidad del curso con la idea de dar una visión múltiple de lo que es el curso, más que una versión única. El enfoque me parece un acierto porque encaja mucho con el espíritu diverso del curso.
El texto lo acabé escribiendo en el último momento, el 15 de noviembre de 2018. Estaba tomando notas mientras veía el vídeo de la charla que había dado David Weinberger en Medialab-Prado unos días antes, y me di cuenta de que Weinberger estaba describiendo aspectos del curso a los que yo no había sido capaz de poner palabras. Las ventajas de la procrastinación.
La versión electrónica del libro Civic Design se puede descargar libremente (PDF, 140MB) desde la página de la Civic Innovation School.
Publico aquí el texto que escribí para el libro.
El curso como espacio de encuentro diverso
Cuenta Eli Pariser en su libro The Filter Bubble cómo un día descubrió que de su timeline de Facebook habían desaparecido las publicaciones de sus amigos de ideología conservadora. En 2009 Facebook introdujo un nuevo algoritmo para personalizar el contenido de los usuarios y mostrar a cada uno únicamente el contenido de su interés. Como resultado, el timeline de Pariser, de ideología progresista se vació de ideología conservadora. A raíz de experiencias similares a ésta en varios espacios digitales, Eli Pariser definió el concepto de burbuja de filtro: espacios que las plataformas digitales construyen usando algoritmos alrededor de cada uno de sus usuarios. Esta personalización extrema hace que la realidad percibida por cada usuario sea diferente. Entre dos usuarios del mismo sexo, la misma edad, la misma raza, que comparten territorio, creencias, ideología y gustos las diferencias no son significativas; pero cuanto más diferentes son dos usuarios más diferente es la realidad que perciben. En esto consisten las burbujas de filtro: cada usuario acaba compartiendo realidad con otros usuarios similares, una realidad cada vez menos diversa, casi se podría decir una realidad cada vez menos real.
En otros contextos no regidos por algoritmos, y de manera más general, encontramos entornos que tienden a reforzar las creencias propias sobre las ajenas o alternativas. Este refuerzo se produce de manera inconsciente mediante mecanismos como el sesgo de confirmación. Estos entornos se conocen con el nombre de cámaras de eco y a largo plazo producen procesos de radicalización de esas creencias que refuerzan. David Weinberger argumenta que nuestros cerebros para producir conocimiento necesitan cámaras de eco, sin embargo advierte de que si no estamos expuestos también a otros contextos más diversos acabamos sufriendo las consecuencias de las cámaras de eco. Llama a este fenómeno la contradicción o el fallo del conocimiento social.
Quizás uno de los mejores hallazgos del Curso de Diseño Cívico es haberlo pensado como espacio de encuentro diverso: internacional, multidisciplinar, intergeneracional, con personas procedentes del mundo académico, la administración, el sector privado, o la ciudadanía activa. Ahora que está empezando la cuarta edición del curso vemos claro que esto se ha conseguido con espacios digitales pero también con encuentros presenciales. Se ha conseguido activando una comunidad formada por las personas que lo están cursando pero también cuidando las comunidades de ediciones anteriores para que sigan activas. Los proyectos que se desarrollan durante el curso son colectivos, exigen encontrarse. En la cuarta edición, que ha empezado hace menos de un mes cuando escribo estas líneas, se han juntado las ediciones en español, italiano y francés en un único curso, un experimento que dará un espacio de encuentro sin duda diferente. El curso permite poner en común realidades, compartir realidad.
Para pinchar esas burbujas de filtro y para escuchar los ecos de otras cámaras seguramente no basta con crear espacios de encuentro. David Weinberger habla de crear entornos en los que haya libertad y al mismo tiempo reglas consensuadas en ámbitos locales; habla de la necesidad de generar evidencias dejando espacio a la incertidumbre; habla de involucrarse teniendo en cuenta las diferencias; habla de tener en cuenta lo racional pero también lo sensorial, habla de cuidarse y cuidar. No creo que en el curso de diseño cívico hagamos todo esto, ni mucho menos, pero durante las tres ediciones en las que he participado he visto gestos que me parecen inspiradores, ideas o dinámicas que se han puesto en práctica en muchos casos siguiendo una intuición, sin planificación, y que luego se han incorporado a los modos de hacer del curso. Esto es posible porque el curso es también un espacio de experimentación estupendo, un entorno más o menos libre de condicionantes económicos o productivos. Tres ejemplos.
Primero. El idioma oficial del curso es el inglés pero todo el mundo tiene claro que es mejor decir algo en otro idioma que no decirlo en inglés. Una regla que convive con la libertad necesaria para saltársela. En la práctica funciona porque permite comunicarse, pero además permite a cada cual compartir desde una posición cómoda, reduciendo las diferencias entre los que dominan mejor o peor un idioma.
Segundo. El curso no funciona tanto usando los roles tradicionales de profesor y alumno, más bien desde otros que en lugar de marcar la diferencia insalvable del bagaje que trae cada cual, intentan igualar distribuyendo responsabilidades: personas que coordinan, otras que tutorizan, otras que acogen, otras que tejen conexiones… Desde estos roles, desde la desactivación de diferencias, es más sencillo encontrarse.
Tercero. Frecuentemente la primera pregunta sobre el Curso de Diseño Cívico es qué es el diseño cívico. Domenico Di Siena siempre da la misma respuesta, y yo desde que la escuché por primera vez también: no lo sabemos, lo estamos investigando, lo estamos construyendo. Domenico explica cómo encontrarse en torno a un concepto nuevo, ambiguo e indefinido permite empezar a trabajar desde el principio sin a prioris, sin posiciones de partida, y por tanto sin la necesidad de encontrar un acuerdo previamente a comenzar el trabajo. Permite comenzar desde un lugar común sin riesgo de desgastarse antes de empezar para encontrarse.
Tras tres ediciones sigo pensando que el Curso de Diseño Cívico es un espacio de encuentro no previsible y por tanto diverso. De la misma manera que lo eran los canales IRC en los noventa, los foros o las redes sociales hace diez años, y de la misma manera que las plazas o los bares en algunos países lo sigue siendo. Sigamos encontrándonos.