A finales de 2016 tuve la oportunidad de participar junto a otros compañeros de Civicwise en la primera Residencia Hacker convocada por el ParticipaLab de Medialab Prado Madrid.
Durante dos meses estuvimos intentando encontrar respuestas a la siguiente pregunta: ¿Qué ocurre desde que un intrépido vecino presenta una propuesta a través de una plataforma de participación digital y el momento en el que se lleva a cabo?
La plataforma de participación ciudadana Decide Madrid permite decidir conjuntamente a los ciudadanos en qué invertir una parte del presupuesto municipal de su ciudad, de una gran ciudad como Madrid. El objetivo de la Residencia era pensar cómo mejorar la plataforma y poder utilizarla también en la fase de ejecución de las propuestas.
Trabajamos junto a ciudadanos que habían presentado propuestas a través de la plataforma Decide Madrid para que fueran financiadas con los 60 millones de euros de presupuestos participativos. También junto a los técnicos del ayuntamiento que acompañarían las propuestas seleccionadas para hacerlas realidad. Entramos en contacto con iniciativas que llevan tiempo trabajando con tecnologías de la participación.
La Residencia Hacker está planteada como dos meses de trabajo presencial en Medialab Prado. Desde Civicwise planteamos un protocolo de trabajo que permitiera nutrir el trabajo cotidiano en Medialab Prado con las aportaciones de un equipo (des)localizado en varias ciudades, coordinado por Pascual Pérez desde Madrid.
El resultado de estos intensos meses de trabajo lo hemos intentado destilar en dos documentos que hemos publicado bajo licencia Creative Commons y se pueden descargar libremente. Uno recoge el marco teórico de la propuesta que planteamos. Otro las especificaciones técnicas de un prototipo de extensión para Decide Madrid que aborda la ejecución de las propuestas como un proceso ciudadano.
Hemos aprendido muchas cosas y hemos llegado a conclusiones inesperadas. Empezamos el trabajo convencidos de que teníamos que mejorar la plataforma digital; pronto comprendimos que lo digital era sólo una parte de la respuesta, y que el proceso se enriquecía si pensábamos la actividad ciudadana en los espacios digital también en relación a los espacios físicos urbanos. Por otro lado, aunque la investigación ha tomado como caso de estudio Decide Madrid, creemos que las estrategias planteadas pueden aplicarse a otras plataformas de participación y otras ciudades.
A continuación se puede leer el texto «Software social y espacios físicos» incluido en el documento teórico que cuenta la vinculación entre herramientas digitales, espacios físicos y las comunidades ciudadanas que los habitan.
Software social y espacios físicos
Los procesos participativos y democráticos que usan herramientas digitales deben también poner a punto el software social.
Cualquier proceso de construcción colectiva que use herramientas digitales puede caer en la tentación de pensar el proyecto desde la herramienta y para la herramienta. Las herramientas en general y las digitales en particular son fascinantes en sí mismas: sugieren acción, experimentación directa, juego, exploración. Además existe un imaginario muy poderoso en torno a la creación de herramientas digitales que las asocia al éxito y les otorga la capacidad de resolver problemas por sí solas.
Sin duda la mejora de las herramientas digitales de participación ciudadana ha permitido explorar escenarios hasta ahora inalcanzables en procesos de deliberación colectiva a gran escala. Sin embargo hay que recordar que la herramienta es el medio, no el fin.
Software social
Las herramientas digitales son en síntesis software que se ejecuta en máquinas. Pero este software tiene que combinarse, como llevan tiempo diciendo los hacktivistas, con el software social: con la ciudadanía. En procesos de deliberación colectiva y ciudadana que se apoyan en herramientas digitales hay que trabajar al mismo tiempo el software del espacio digital y el software social. El primero debe permitir un entorno de colaboración a partir de una serie de mecanismos que conocemos bien: software y licencias libres principalmente. El segundo, en general mucho menos trabajado, consiste en considerar las capacidades y las responsabilidades de la ciudadanía, de la parte social. Sofware libre para una sociedad libre, diría Richard Stallman.
Así que además de un trabajo sobre las herramientas es indispensable un trabajo con la ciudadanía que las va a usar. Es necesario, en definitiva, poner a punto el software social.
Espacio físico
Cuando se trabaja con tecnología, cosa que ocurre continua e irremediablemente, una buena práctica es plantearse la adopción de cada herramienta, protocolo o tecnología. Quizás esto es especialmente importante en el contexto digital conectado, en el que aún no tenemos una cultura tecnológica muy consolidada. Tanto a nivel individual como social nos cuesta evaluar las consecuencias e implicaciones del uso de una tecnología concreta.
Ivan Illich escribe en 1978 en La convivencialidad que las herramientas justas, convivenciales, son aquellas que no sustituyen el trabajo del ser humano sino las que expanden su radio de acción sin degradar su autonomía personal. Esto es igualmente válido para la sociedad en su conjunto.
Los espacios digitales requieren un aprendizaje, una inversión en dispositivos, aportes energéticos… Aunque hoy día son muy accesibles, tienen muchas dependencias que dificultan su utilización en ciertos contextos en los que se sigue manifestando la brecha digital. Los espacios digitales necesitan una mediación tecnológica para ser usados. De la misma manera que para leer un libro electrónico necesitamos un lector de libros electrónicos, para usar espacios digitales necesitamos ciertos dispositivos tecnológicos. Por el contrario para leer un libro de papel no necesitamos más que nuestros ojos: no hay mediación. Como tampoco la hay cuando utilizamos espacios físicos. Por esta razón, cuando abordamos procesos participativos es fácil que el espacio digital no sea suficiente.
Los espacios digitales permiten añadir una dimensión glocal a los espacios físicos, conectándolos: una verdadera red de espacios físicos, cada uno con su identidad, sus dinámicas organizativas. Los espacios digitales empoderan a los físicos aportando transparencia a los procesos, evitando monopolios sobre el acceso a la información y en la producción de relatos. Al mismo tiempo aumentan la posibilidad de exportar los aprendizajes entre espacios.
En este sentido, no pensemos en herramientas y espacios digitales que sustituyen a los espacios físicos, sino en aquellos que los amplifican y los complementan.