De ‘hasta siempre’, nada: hasta ahora, Iglesias
Más allá de la pérdida cualitativa y la mencionada acumulación de funciones, en este tipo de burbujas dirigentes aparece otro conocido fenómeno limitante, el llamado Síndrome de Hibris, la enfermedad por antonomasia del poder. Un mal que afecta siempre a los liderazgos fuertes y un poco aislados.
…allí donde todos te dan la razón para ganarse tu favor, para salvaguardar su posición, temerosos de que sostener una discrepancia acabe por defenestrarlos, se pierde perspectiva a marchas forzadas. Se disipa la riqueza dialéctica, se evalúa peor la realidad exterior, se estrecha el horizonte visible.
Parece inevitable que este mal pase factura a toda dirección de partido no obligada a la confrontación de marcos teóricos, por más que ponga el foco en la articulación de lo diverso en vez de en la unificación, si al final lo hace desde equipos cerrados, homogéneos, e impermeables, o desde paradigmas excesivamente depurados.
Diez años del 15-M: De la doctrina al cuidado
Con alcaldías como las de Madrid y Barcelona, de la mano de Podemos y sus aliados, el activismo de la generación de la crisis de 2008 tocaba poder, con un PP asfixiado por los casos de corrupción y un PSOE en crisis de relevo generacional. En vez de celebrar la capacidad de integración del sistema, los sectores conservadores pusieron a Podemos en el punto de mira. Predomina, no solo en el PP, sino también en el espacio socialista una concepción muy estrecha de la democracia, como un sistema corporativo en el que dos partidos tendrían el monopolio del poder y a los demás les correspondería un papel estrictamente decorativo o subalterno.
De modo que la democracia no se valora por su capacidad inclusiva, sino todo lo contrario: por mantener a distancia a todo aquel que ose llamar a la puerta del bipolio del poder.
La coincidencia entre el décimo aniversario del 15-M y la salida de Iglesias de la política invita a hablar de final de etapa. El 15-M puso en evidencia el anquilosamiento del régimen del 78, los estragos de la crisis y abrió una agenda de renovación, pero la dificultad (agravada por la pandemia) de afrontar los retos que ellos mismos se habían marcado fue degradando su imagen.
Si la izquierda quiere sobrevivir al fin del ciclo abierto el 15-M ha de ser desde una cultura del cuidado y la atención, es decir, del trato a los ciudadanos como sujetos y no como súbditos, que es lo que distingue a la democracia del autoritarismo. Saber escuchar y pasar del adoctrinamiento al reconocimiento. Feminismo y ecologismo saben algo de ello.