Autonomía digital y tecnológica

Código e ideas para una internet distribuida

Linkoteca. neorruralismo


No quisiste pasar a lo digital. Tampoco tienes Twitter ni redes sociales. ¿Es una cuestión ludita o antitecnológica?

Yo sigo haciendo mis cosas a mano, pero no soy ludita en absoluto. El que está contra la historia es medio bobo. Hay tanta creatividad ahora con los ordenadores como la hubo en su día con el cúter. Y el cúter no va a desaparecer jamás. Como no va a desaparecer el libro en papel o la pasión de las personas por manipular las cosas, en el mejor sentido de la palabra: por usar las herramientas, oler las pinturas… Tampoco va a desaparecer el coleccionismo y comprar un libro es una forma de coleccionismo. E insisto: en mi caso no hay ningún tipo de pena, no es que alguien nos quitara de en medio, nos quitó de en medio la historia. Si te quita el alcalde de Madrid, es una canallada, pero si es la historia, bienvenido sea.

…yo además los bares ya no sé usarlos. No conozco la mecánica. Por ejemplo, ya no sé si hay que reservar para comer. Porque oigo que todo el mundo reserva y yo nunca he reservado. Cuando yo tenía una vida urbana, no me cabía en la cabeza vivir en un sitio que no fuera Madrid, no quería vivir en un sitio más pequeño, y yo nunca reservé. Ahora no sé si me quedo en la barra o tengo que sentarme, si te viene el camarero o no te viene. La gente además paga con tarjeta y yo no tengo tarjeta. Pagas con dinero y te miran raro. Es como si me hubiera convertido en un verdadero paleto y no está nada mal. Me acuerdo una vez que estuve en Londres y fui a un club donde tenían una sala en la que no podías estar de pie. Una norma absurda. Estaba Jim Jarmusch, que es un gilipollas, rodeado de tías y tomando zumo de tomate. Hace falta ser pringado (risas). Pues el rollo es que eso ha llegado aquí y yo ya no sé cómo se hace. O el otro día me enteré de que cuando coges un autobús en Madrid ya no puedes pagar con dinero al conductor. Esa secuencia tan normal de pagar agarrado a la barra. Se acabó. Es un despelote.

What does it mean to leave the city behind? Can the reality of living in the countryside fulfil our desire for a better, simpler, more creative life? My book sheds a light on what rural life can be like today, with all its joys and challenges, providing a fresh look at the people and scenes thriving outside urban spaces.

From experimental co-habitation in a renaissance castle to oversized artworks on a farm, City Quitters offers a global perspective on creative post-urban life: 22 stories from 12 countries and five continents, all based in places with fewer than 10,000 inhabitants.

El programa de sensibilización y concienciación sobre la despoblación contempla la creación de un fichero de casas y de tierras y la celebración de un seminario sobre despoblación

La iniciativa, bajo el lema ‘Frenemos la despoblación de nuestros pueblos’, consiste en la creación de un fichero de casas sin habitar y tierras abandonas, a través de la recogida de los datos de los propietarios que quieran cederlas, alquilarlas o venderlas.

En la primera fase que se ha desarrollado desde el pasado mes de julio, los seis centros de Castilla y León han registrado un total de 168 casas, 35 terrenos y algunos recursos como una tienda o una finca-granja.

En los últimos años hemos visto cómo caían uno a uno los mitos tecnooptimistas. Internet no se autorregula, no es neutro, no es fiable. Probablemente ni siquiera sea bueno para nuestros cerebros. Para mí, también cae el mito de que gracias a él puedes vivir donde quieras, de que ayudará a romper la brecha campo-ciudad. No solo no está quitando presión de las ciudades, sino que está rematando la falta de infraestructuras rurales. Es una más de las mil cosas que faltan. Debía ayudar a poblar, pero su ausencia contribuye a despoblar.

Mientras zonas enormes de España están despobladas todo sigue empujándonos a las ciudades, alimentando aún más los extrarradios que ya engordaron nuestros antepasados. Mientras permitimos que políticos y medios hablen únicamente de polémicas que solo interesan en Madrid y Barcelona, en la España vacía nada está garantizado. Lo único seguro es que cada año son menos habitantes y que los servicios que se pierden ya no se recuperan. Igual cuando acabe de llegar Internet ya no queda nadie allí para usarlo.