Autonomía digital y tecnológica

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No quisiste pasar a lo digital. Tampoco tienes Twitter ni redes sociales. ¿Es una cuestión ludita o antitecnológica?

Yo sigo haciendo mis cosas a mano, pero no soy ludita en absoluto. El que está contra la historia es medio bobo. Hay tanta creatividad ahora con los ordenadores como la hubo en su día con el cúter. Y el cúter no va a desaparecer jamás. Como no va a desaparecer el libro en papel o la pasión de las personas por manipular las cosas, en el mejor sentido de la palabra: por usar las herramientas, oler las pinturas… Tampoco va a desaparecer el coleccionismo y comprar un libro es una forma de coleccionismo. E insisto: en mi caso no hay ningún tipo de pena, no es que alguien nos quitara de en medio, nos quitó de en medio la historia. Si te quita el alcalde de Madrid, es una canallada, pero si es la historia, bienvenido sea.

…yo además los bares ya no sé usarlos. No conozco la mecánica. Por ejemplo, ya no sé si hay que reservar para comer. Porque oigo que todo el mundo reserva y yo nunca he reservado. Cuando yo tenía una vida urbana, no me cabía en la cabeza vivir en un sitio que no fuera Madrid, no quería vivir en un sitio más pequeño, y yo nunca reservé. Ahora no sé si me quedo en la barra o tengo que sentarme, si te viene el camarero o no te viene. La gente además paga con tarjeta y yo no tengo tarjeta. Pagas con dinero y te miran raro. Es como si me hubiera convertido en un verdadero paleto y no está nada mal. Me acuerdo una vez que estuve en Londres y fui a un club donde tenían una sala en la que no podías estar de pie. Una norma absurda. Estaba Jim Jarmusch, que es un gilipollas, rodeado de tías y tomando zumo de tomate. Hace falta ser pringado (risas). Pues el rollo es que eso ha llegado aquí y yo ya no sé cómo se hace. O el otro día me enteré de que cuando coges un autobús en Madrid ya no puedes pagar con dinero al conductor. Esa secuencia tan normal de pagar agarrado a la barra. Se acabó. Es un despelote.