Autonomía digital y tecnológica

Código e ideas para una internet distribuida

Linkoteca. Marta Peirano


Sam Altman – the executive behind ChatGPT – has scanned the irises of more than two million people with a metal sphere, to prove that they’re human.

The process is simple: you install an application on your mobile phone and receive a QR code. Then, you must allow a metallic sphere to look at you with its eye and generate a “personality test.” The proof is then associated with the QR code and the app becomes a passport called World ID. This also acts as a digital wallet for a cryptocurrency called Worldcoin.

Many shopping centers are already offering this service. But the question is: why would anyone want to submit this personal information?

No creo que Facebook, Google o Amazon se vayan a convertir en los ‘imperios’. Sí pienso que son herramientas perfectas para la construcción de esos imperios, y creo que esos imperios se están desarrollando con esa herramienta de extracción de datos que permite tener ese poder de predicción y manipulación que no conocíamos hasta ahora. Pero estamos tan preocupados por lo ‘digital’ que no lo estamos mirando en combinación con otras cosas como, por ejemplo, la ocupación de tierras.

Estamos en un modelo industrial en el que los únicos que tienen capacidad de ejecutar legislación sobre las tecnologías son las tecnologías mismas. El único que es capaz de legislar Facebook es Facebook, porque nadie más tiene la capacidad siquiera de peinar esos reinos para ver quién está cometiendo ilegalidades.

De hecho, ni Facebook mismo tiene esa capacidad, porque durante muchos años ha crecido precisamente porque es una empresa que tiene cuatro empleados y 5.000 millones de usuarios, es decir, ha basado su crecimiento en ir automatizando procesos hasta el punto de que les ha pasado por ejemplo lo de Myanmar. Tienes una estructura que usa el 80% de la población pero no tienes ni una persona en tu empresa que entienda el idioma que hablan o que entienda cuál es la situación allí.

China es 1984 y Estados Unidos es Un mundo feliz, ¿para qué vamos a mandar a la policía a tu casa cuando te podemos convencer de que hagas lo que nosotros queramos y que pienses que se te ha ocurrido a ti?

… hay patrones que nosotros ni siquiera identificamos. Esos patrones hacen que repitamos una y otra vez los mismos procesos porque cada vez nos resultan más naturales, más fáciles, cada vez los interiorizamos más. Si puedes predecir lo que voy a hacer, también lo puedes manipular.

Los medios tienen el mismo problema. Están produciendo mucha más cantidad de contenidos de la que puede absorber el lector, lo cual ya indica que no están trabajando para el lector, sino que están trabajando para la plataforma, que tiene una sed infinita de contenidos.

Levantar un muro de pago es olvidar cuál es el objetivo último de los medios de comunicación, que no es ganar dinero sino ser un servicio público.

Creo que estamos intentando ser relevantes intoxicados por la vara de medir la relevancia que han impuesto las plataformas. ¿Cómo podemos utilizar los clics como vara de medir en un mundo donde cada país tiene 50 granjas de clics? No tiene sentido. ¿Cómo medimos la influencia de un influencer cuando sabemos que compra a sus followers? Esa vara de medir no solo era trampa sino que además está rota. Tenemos que recalibrar nuestra idea de relevancia.

debemos dejar de pensar que estas son herramientas que puedes no elegir. Porque ya no lo son. Son las herramientas que se utilizan en tu oficina para gestionar el trabajo, son las herramientas que utilizan tus empleadores para contactar contigo, son tus herramientas de trabajo, son tus herramientas de relación social, son las herramientas que utiliza el colegio para contarte que están haciendo tus hijos las ocho horas al día que no les ves, las que utiliza la sanidad para enviarte las citas…. La dicotomía uso/no uso no existe, es mentira. No tienes la capacidad de dejar de utilizar estas herramientas, porque han invadido tu vida. Han invadido la vida contemporánea. Lo que sí puedes exigir es que estas herramientas no te espíen, no te manipulen y no te encarezcan el resto de tu vida.

Hay otros espejos en los que mirarnos, como Corea o Alemania, en los que hay tres claves perfectamente democráticas que acompañan la gestión de la pandemia: mascarillas para todos, información contrastada y tests, muchos tests. Las tecnologías de vigilancia masiva no pueden ser el atajo que sustituya las responsabilidades de un gobierno democrático, que es cuidar a sus ciudadanos antes de castigarlos. No dejemos que esta crisis se convierta en la versión médica del Huracán Katrina, como ha sugerido el sociólogo Mike Davis. No dejemos que la vigilancia masiva se instale en la administración. No seamos víctimas del Capitalismo Desastre que tan oportunamente describe Naomi Klein en Capitalismo Desastre y La Doctrina del Shock. Incluso si las cifras de China son ciertas y su sistema de control ciudadano funciona, una vez se haya instalado en nuestras vidas como herramienta de gobierno, no tenemos anticuerpos para repeler sus efectos secundarios.

Rechacemos la vigilancia y el castigo en favor de la empatía, el diálogo y la solidaridad.