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Durante la segunda mitad del siglo XX, la productividad agrícola se multiplicó por 3-4 y las cosechas, por 6. Las claves para conseguirlo fueron la mecanización, la utilización masiva de insumos de síntesis (fertilizantes y pesticidas que provienen fundamentalmente de combustibles fósiles y de la minería), el incremento del regadío y de la extensión agraria, y el desarrollo de variedades híbridas (semillas seleccionadas homogéneas y muy productivas gracias al uso de pesticidas y abonos), todo lo cual requirió de explotaciones en monocultivo cada vez mayores. Es decir, la alimentación agro-ganadero-silvo-industrial (que vamos a resumir en agroindustrial) es petrodependiente.

Hasta entonces, la agricultura se había adaptado a las condiciones del suelo, clima y plagas de cada zona. Para esto, se optaba por diversificar las semillas y los cultivos (el policultivo). Pero la energía fósil en forma de abonos, pesticidas y maquinaria permitió homogeneizar las condiciones ecosistémicas de distintos lugares pudiendo usarse las mismas variedades híbridas en territorios muy distintos. Además, las consecuencias de la uniformidad (agotamiento del suelo, vulnerabilidad ante plagas) se pudieron esquivar temporalmente usando más derivados del petróleo.

El actual sistema alimentario también quebrará fruto de que la producción de las cosechas es probable que descienda como consecuencia de un conjunto de factores interrelacionados y claves en el sostén de los agrosistemas. Por un lado, el cambio climático disminuirá la productividad vegetal en las zonas intertropicales y en muchas del resto del planeta. Una disminución que ya está comenzando. Entre los factores que influirán en esta disminución estará la menor disponibilidad de agua dulce: el cambio climático causará que muchos acuíferos se salinicen por el aumento del nivel del mar, que se pierdan las reservas de agua helada de los glaciares y, en determinadas regiones, desciendan las precipitaciones y aumente la evaporación. Todo ello con mayores dificultades para acceder a la desalación o al bombeo de agua de grandes profundidades en un contexto de agotamiento general de los acuíferos. Al cambio climático y al agotamiento del agua se añaden la disminución de la fertilidad de la tierra fruto de la sobreexplotación. También la incapacidad de mantener una fertilización mineral como hasta ahora, ya que recursos estratégicos como el fósforo también están dando muestras de agotamiento.