Una vez más se confunden economía y negocio: economía colaborativa, ¿utopía o distopía?
Del acogedor sofá en casa ajena vía Couchsurfing, con una importante base relacional y de comunidad internacionalista en red, se da el salto al mayor operador de alojamiento temporal distribuido que es Airbnb, que logra poner en jaque al sistema hotelero tradicional (del mismo modo que en su momento Napster hizo tambalearse y redefinirse al mercado musical), a la vez que se convierte en punta de lanza de procesos de turistización y gentrificación desregularizados.
Las tecnologías que sustentan las relaciones e intercambios deben ser libres. Para ello, sacando el mayor partido a los avances tecnológicos, necesitamos alcanzar un mayor grado de soberanía en el entorno digital y entre otras cosas, llegar a adoptar la programación como un nuevo lenguaje; pero primero, ser más conscientes de la información que generamos y compartimos, de los permisos que damos, y entender que “si algo es gratis, es porque tu eres el producto”.