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La globalización capitalista es biológicamente insostenible en ausencia de una infraestructura sanitaria pública internacional. Pero nunca existirá hasta que se acabe con el poder de las farmacéuticas y la sanidad con ánimo de lucro.

Al igual que lo hacen las gripes anuales, el virus está mutando a medida que atraviesa poblaciones con composiciones etarias e inmunidades adquiridas diferentes. La variedad que seguramente llegará a los estadounidenses ya es ligeramente diferente a la del brote original de Wuhan.

Sin embargo, no muy a menudo se reconoce que un 60% de la mortalidad mundial tuvo lugar en el oeste de la India, donde la exportación de cereales hacia el Reino Unido y unas brutales prácticas de requisamiento coincidieron con una grave sequía. La escasez de alimentos resultante condujo a millones de personas pobres al borde de la inanición. Se convirtieron en víctimas de una siniestra sinergia entre malnutrición, que inhibió su respuesta inmunitaria a la infección, y una neumonía bacteriana y vírica galopante. En otro caso, en el Irán ocupado por los británicos, varios años de sequía, cólera y escasez de alimentos, seguidos de un brote generalizado de malaria, sentaron las condiciones previas para la muerte de aproximadamente una quinta parte de la población.

…as consecuencias desconocidas de la relación entre malnutrición e infecciones existentes, debería alertarnos de que el COVID-19 podría seguir un camino diferente y mucho más mortífero en los suburbios de África y del sur de Asia. El peligro para los pobres del mundo ha sido ignorado casi por completo por los periodistas y por los gobiernos occidentales. El único artículo que he visto publicado afirma que como la población urbana de África Occidental es la más joven del mundo, la pandemia debería tener allí solo un impacto leve. En vista de la experiencia de 1918, la extrapolación parece ridícula. Nadie sabe lo que pasará en las próximas semanas en Lagos, Nairobi, Karachi o Calcuta. Lo único que es seguro es que los países ricos y las clases ricas se concentrarán en salvarse a sí mismas y prescindirán de la solidaridad internacional y de la ayuda médica. Muros y no vacunas: ¿puede haber un modelo más malvado para el futuro?

El acceso a las medicinas vitales, incluidas las vacunas, los antibióticos y los antivirales deberían ser un derecho humano, y estar universalmente disponibles sin coste alguno. Si los mercados no pueden proporcionar los incentivos para producir de forma barata estos fármacos, entonces los gobiernos y las organizaciones sin ánimo de lucro deberían asumir la responsabilidad de fabricarlas y distribuirlas. La supervivencia de los pobres debe considerarse una prioridad mayor que las ganancias de las grandes farmacéuticas.

…parece que la globalización capitalista es biológicamente insostenible en ausencia de una infraestructura sanitaria pública verdaderamente internacional

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