Europa comenzó un gran declive social en los primeros años ochenta. Mientras en España la juventud, muy al loro, se dedicó a ejercer la dictadura de la fiesta (para mayor felicidad de una élite acojonada por las luchas sociales y la militancia roja en los barrios obreros), en el Reino Unido, la demolición del Estado del bienestar fue liderada por una ‘dama’ capaz de reprimir incluso las ansias evasivas de una juventud sin futuro, que en vez de bailamer pogo y escupir a los cantantes punk, se dedicó a buscar nuevas sensaciones bajo dosis depastillas y acid house. Unos nuevos contestatarios con píldora en la lengua acababan de surgir, al principio en discotecas, después, en las ilegales raves.