Todos sabemos lo difícil que es experimentar en un entorno tan intolerante al error como es la política y la gestión pública, donde los partidos y el poder mediático están siempre a la caza del fallo. En un escenario tan hostil, la Administración tiene que hilar fino para dar cierta seguridad como entidad garantista, y eso le obliga a habilitar dispositivos que “aíslen” la experimentación a un entorno controlado que ayude a gestionar mejor el riesgo.